Con la cabeza a punto de congelarse, como mandan los cánones del nuevo régimen, el cartujo recuerda el libro de Irene Vallejo Alguien habló de nosotros (Debate, 2023) al leer la columna de Arturo Pérez-Reverte “Cuando los jefes nos tenían miedo”, publicada en XL Semanal. Habla de sus días de reportero, de sus aventuras en el agitado mar de la información, de sus desafíos —en ocasiones exitosos— a las órdenes e intereses de sus superiores, quienes por eso les temían a él y a sus insumisos amigos.
Pérez-Revete parece hablar de muchos periodistas de este país cuando al recordar un encuentro con su viejo colega Antonio San José, dice: “nuestro común pasado nos lleva a comentar el presente: la forma de informar ahora, el periodismo que se hace; el bueno y digno, que sigue siendo mucho, y también el otro, manipulador, complaciente, sectario y chupapollas”.
En estos días lluviosos, empapados de nostalgia, pero también de desasosiego por el futuro de la libertad de expresión en México, las palabras de Pérez-Reverte caen como rayos. Recuerda a los periodistas de su juventud, a los oportunistas, veletas dóciles a los soplidos del poder, y a quienes hacían su trabajo con profesionalismo, alineando en medios de izquierda o derecha sin traicionar su oficio, sin desvirtuar la información. Los jefes les “compraban el talento, no el alma”.
Ahora, dice el autor de El problema final, en medios y redes sociales prevalece “la figura del periodista militante, defensor de determinadas opciones políticas, capaz de sostenerlas incluso en el error manifiesto, contra razón, contra evidencia y contra natura con la contumacia de quien se juega en ello comer un poquito más caliente. […] Y sus voces, la estúpida arrogancia de quien para defender la idea en la que cree o por la que le pagan se sitúa por encima de todo, incluso de la verdad, ahoga y perturba la voz de quienes —pocos o muchos, por fortuna ahí están— son honrados y desempeñan su oficio con ecuanimidad y solvencia”.
En el remolino de la polarización, la “estúpida arrogancia” se encuentra en los extremos, en donde la verdad poco importa.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.