Desde inicio del año las señales de la radicalización presidencial fueron claras: discurso crecientemente agresivo contra sus opositores, actos de gobierno sin sustento legal, decisiones muy ideologizadas. Todo con el objetivo de reunir poder para hacer avanzar la pretendida 4T. Ahora, casi a fin de año, la tendencia se acentúa. ¿Desesperado porque las cosas no le salen? Cuatro hechos que así lo muestran. Uno. La terquedad en revertir la reforma eléctrica para crear un monopolio estatal ineficiente que, en nombre de la ideología, producirá enormes daños al aparato productivo del país, a las familias (apagones y energía más cara) y al medio ambiente (frenar el desarrollo de energías sustentable y seguir consumiendo carbón y gas). ¿Someter al mercado y a empresas neoliberales a golpe de mentiras y recetas económicas inviables?
Dos, la aprobación de los presupuestos de ingresos y egresos sin ninguna modificación y lo que ello refleja: el sometimiento de las bancadas de Morena a la voluntad presidencial mediante actos de servilismo que no se veían desde hace décadas y el récord de un gobierno que cumple tres años sin haber dialogado nunca, ni una sola vez, con la oposición. Es decir, con un desprecio absoluto y grosero por los mexicanos que no votaron por el Presidente. Ni ve ni oye a más de la mitad de los mexicanos, ni le interesa hacerlo en el futuro. Y se dice Presidente de todos nosotros. En la pretendida 4T no se permiten la pluralidad, la diversidad, los acuerdos. Una sola voz, una sola voluntad. El resto, a obedecer.
Tres. El oprobioso mensaje al INE (y de paso al Poder Judicial): vamos por ustedes y su autonomía; haremos todo lo posible para desprestigiarlos y correrlos a patadas (para usar los modos y expresiones de diputados morenistas). De eso se trata la reducción presupuestal de esas dos instituciones: sepan que, sin el favor presidencial, desempeñar sus funciones será un infierno para consejeros del INE y ministros de la SCJN. Igualados, diría Cantón Zetina. Lo que está claro es que no habrá tregua para insumisos.
Cuatro. La permisividad y el silencio presidenciales ante el uso arbitrario y prepotente del poder que le da ser fiscal a Alejandro Gertz para asuntos personales y el elogio cuando se trata del uso discrecional de la procuración de justicia para perseguir y hostigar a opositores del Presidente, ya sea Rosario Robles o Ricardo Anaya; además, con la sonrisa en la boca: “que se presente, el que nada debe nada teme”.
Este es un pequeño muestrario del manual de hacer política del presidente López Obrador. Pocas prácticas democráticas, mucho autoritarismo; es la política para una sociedad dividida en buenos y malos, una sociedad en la que los diferentes son enemigos. Con ellos no se dialoga y mucho menos se les concede algo en el Congreso. Por el contrario, se les descalifica, estigmatiza y, si es necesario, se les persigue, aunque se les inventen cargos falsos (para eso está Gertz).
Esta radicalización presidencial también tiene como objetivo provocar a sus adversarios para que caigan en la trampa y actúen con su misma lógica: dividir, polarizar y descalificar. Que ganen los radicales de ambos lados. Erradicar el centro y la política como mecanismo para hacer del conflicto y las diferencias un motor para generar acuerdos y pactos incluyentes. Por lo pronto, no acudir al llamado de la revocación será una manera de no contribuir a la polarización. El resto, aguantar y hacer política con los excluidos y atacados.
Guillermo Valdés Castellanos