Sí. Ya sé. Ya sé. Ya sé: “Un hombre envejece cuando cree que su futuro ya no puede ser mejor que su pasado”.
Lo escribió el autor de El arquero divino: Amado Nervo.
Se publicó, en marzo del 2011, México al filo, con imágenes o ilustraciones de Emiliano Gironella Parra y textos míos un libro bífido regido por la complicidad que nace de la amistad entre dos artistas –zapatero a tu botín, diría Julián Ríos- que asediaron un tema espinoso, lancinante: los decapitados de aquel entonces.
El delantal o prólogo es del prestigioso arquitecto José Luis Cortés, donde afirma:
“El artista Emiliano Gironella Parra y el escritor Gilberto Prado Galán han unido su talento y creatividad para realizar México al filo, libro que nos muestra la realidad delirante por la cual está pasando la República Mexicana desde hace varios años”.
Nunca me ha gustado el autobombo, pero a veces hay que cacarear ciertos huevos.
Y éste merece la pena. ¿Por qué? Porque se trata de una causa nobilísima donde yo escribí como nota liminar: “El taller del artista plástico Emiliano Gironella está ubicado en la calle Degollado de la CDMX.
La reciente aventura del autor de México al filo centra su atención en la problemática del crimen organizado en México con el énfasis puesto en el universo de los decapitados.
La segunda llamada del azar concurrente, como le apodó Lezama Lima, ocurrió en la Universidad Iberoamericana, CDMX.
El arquitecto José Luis Cortés avisó a Gironella que yo había tratado el tema de los decapitados caídos en México en la guerra ciega contra el narcotráfico.
Tenía razón Jorge Luis Borges: el azar es dadivoso”.