Cómo gravita Boecio en la Divina Comedia del Dante: “Dolorosa corona de dolor”.
Confinado en su celda el pensador emprende una estrategia de ascesis que culmina en un hermoso diálogo con una mujer llamada filosofía.
Allí, en Pavía, escribió su obra más conocida:
La consolación de la filosofía. Libro que, de manera extraña, recurre poco a las fuentes cristianas y se apoya con énfasis en Séneca y en la tradición estoica.
Estoy cantando a pesar del cautiverio, decía Boecio.
En la mazmorra recuerda el filósofo su excelente definición de persona.
Una definición que habrá de tramontar los años, sobrevolar los siglos, y que será comentada por Tomás de Aquino: “Sustancia individual de naturaleza racional”.
El filósofo da en el blanco con puntería de arquero medieval.
Luego nos dirán que no se necesita la conciencia actual para la naturaleza de persona: un hombre dormido o un enfermo comatoso son personas aunque no piensen, en sentido riguroso, mientras viajan por la autopista del inconsciente.
Así inicia la Consolación: “Se me apareció una mujer de pie por encima de la cabeza”.
Quizá la principal enseñanza de este libro es que no hay peor desgracia que el recuerdo de la felicidad perdida. Tópico retomado por Dante.
Por eso, dice la sabiduría clásica, hay que echar clavo a la rueda de la fortuna.
De los tres vectores que mueven los actos humanos Boecio descalifica al azar: sólo quedan el libre albedrío y la providencia divina.
La frase más impactante del libro es ésta: “¿Por qué buscáis la felicidad, ¡oh mortales!, fuera de vosotros mismos?”.
Boecio fue decapitado (era romano, por eso no fue crucificado, recordemos a San Pablo) en el año 525 de la era cristiana. Al año siguiente murió Teodorico, rey de los ostrogodos y quien dio tormento al filósofo.
Dante coloca a Boecio en el primer grupo del cielo solar en compañía de, entre otros, Alberto Magno, Dionisio Areopagita y nadie menos que Tomás de Aquino.
A releer La consolación de la filosofía.
