Cultura

El águila Inka

Inka: El águila Real

El Águila. El Águila Real. El Águila Real mexicana. El Águila Real del experto cetrero Diego Rodríguez. 

El Águila Real mexicana de Carmen Parra nos escruta con su mirada. El Águila Real mexicana se llama Inka. Desde la profundidad de sus ojos Inka nos interroga y nos conmueve. 

La mirada de Inka es penetrante, cala hondo y nos estremece. ¿Por qué? Porque llega a las fibras íntimas del ser, llega a la esencia del alma. 

Inka, como todas las águilas, lleva tatuada en la sangre el instinto de su grandeza y sólo obedece o responde al código genético. 

Inka, en sus momentos de placidez extendida, despliega sus alas y alcanza una envergadura de dos metros y veinte centímetros. 

Allá ejerce, en la limpidez del cielo, su más sublime misión en el mundo, porque nada es más hermoso en el aire que las alas del Águila Real abriéndose en pos de la utopía, de la esperanza que es la luz de la humanidad. 

Se abren las alas como una flor, como se cumple un destino. Porque su reinado en el cielo existe.

II

Luminosidad celeste

Inka abre sus alas luminosas en la región celeste. 

Las alas de Inka son fuertes, muy fuertes y rasgan el espacio para alcanzar una altura insospechada, una altura que linda con ese mundo entrañable donde moran los ángeles, donde la vida respira de un modo distinto, donde despunta la limpidez celeste, el esplendor elegante del azul, la vida de los espíritus. 

El vuelo de Inka es tenaz. 

Es el vuelo portentoso de una esperanza alada. Inka vuela, vuela, vuela.

III

Diego Rodríguez, el experto cetrero

El Águila Inka convive con sus pares, con sus semejantes. Lleva una ajorca o pulsera en su pata izquierda. 

Es obediente a Diego Rodríguez, el experto cetrero y, además, reacciona a los sonidos que Diego emite con resonancia anímica, tal si tuviese una voluntad prodigiosa, una voluntad aérea teñida de complicidad hacia su sensible educador, hacia quien la ha cuidado con una pasión desmedida, desbordada. 

El Águila responde a sus sonidos, al tintineo y a la voz de su mentor. 

Han pasado varios años y el Águila Inka cumple un destino poderoso: es el símbolo fundacional de nuestro país, situada en el origen de nuestra historia. En la sangre de Inka brilla el coraje que doblegó a la serpiente. 

Han pasado muchos siglos y ese coraje venturoso reaparece y se manifiesta con inusitado vigor, emblema de la valentía. 

En la soledad de las montañas o en la inmensidad del cielo Inka medita nuestra historia, habla con nuestros héroes, infunde valor a nuestros paladines. 

Ahora siempre ceñida a la voluntad de Diego Rodríguez, el experto cetrero.


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Gilberto Prado Galán
  • Gilberto Prado Galán
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