Política

Morena y el sistema de partidos

Hace poco más de dos años, se preveía una clara reconfiguración del sistema de partidos. 2018 fue todo un hito con el avance de Morena: mientras que en el 2000 la triada partidista de la transición democrática, PRI-PAN-PRD, tenía una representación del 94% en la Cámara de Diputados, en las elecciones pasadas descendió a un 27.2%; en donde el PRI, dicho sea de paso, aportó sólo un 10% (quién diría que su voz en el Congreso dependió de no haber prosperado su anhelada iniciativa de eliminar la representación plurinominal). Morena y, en general la coalición lopezobradorista, desconfiguraron los arreglos del tripartido, generando desorientación para cualquier persona observadora de la vida pública.

Algunos pensaron que con dicha irrupción estábamos ante una salida a la crisis de representación partidista. Sin embargo, en tan sólo dos años, Morena se ha mostrado como parte de la crisis del sistema de partidos, a pesar de que el liderazgo de la presidencia sigue aglutinando buena parte de las esperanzas de cambio de la sociedad. Así lo muestran las encuestas en donde existe una aprobación del presidente López Obrador en un 58%, pero no así de las políticas del gobierno ni del sistema de partidos. La intención de voto de Morena es del 18%, la del PAN es del 10% y la del PRI es 8%, porcentajes que contrastan de sobremanera con el 59% de la población que no elige una de estas opciones o aún no sabe (de acuerdo con Alejandro Moreno).

El asunto parece ser claro hasta el momento, no hay partidos, ni Morena ni mucho menos los de la extraviada oposición, que logren dar cauce a la nueva estructura de nuestro espacio político. Socialmente hay por lo menos dos bloques; políticamente, un baile de arrítmicas gallinas ciegas.

Parte de la clave para entender esta deriva es que, si bien de manera general Morena se apoya en un programa más o menos claro, a nivel local no existen programas concretos que orienten las demandas más localizadas. Además de que también algunos representantes populares de Morena no intentan siquiera imitar los principios que a nivel federal propone el presidente, algunos incluso siguen ganando más que él.

A largo plazo, esto puede generar un límite en el alcance de la Cuarta Transformación. Morena, a pesar de su corta existencia, se encuentra en riesgo de una irrelevancia que no será electoral y en el corto plazo —las elecciones de 2021 muy probablemente serán ganadas por la coalición en el Gobierno—, sino ideológica, política y moral después del sexenio del presidente López Obrador.

Lo anterior se puede ver reflejado en lo expresado por algunos de los que aspiran a presidir Morena, en donde pareciera que el horizonte político acabara en 2024, en sintonía con lo expresado por el presidente de que una vez que acabe su mandato se retiraría por completo. Insisten en que la tarea del partido implica fundamentalmente un acompañamiento al proyecto del presidente, —cuestión que es obvia dado que Morena sigue siendo el partido en el gobierno—, pero no se plantean un horizonte programático de más largo alcance. Quizá, por ello, destaque la candidatura de Gibrán Ramírez, quien plantea un programa de institucionalización del partido a largo plazo.

En los próximos meses veremos en qué deriva la vida interna de Morena y la crisis de representación partidista que hemos venido cargando por décadas.

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Gauri Marín
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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