En esta época se ha puesto tan de moda mandarse al diablo; mucha literatura, cursos y talleres se enfocan en “darle la vuelta a la hoja, en oxigenar, en cerrar ciclos… Next!”
Pero poco se habla de reconstruir, de perdonar y perdonarse, de reconciliar, de empezar de nuevo.
La aceptación ha sido socavada por el juicio despiadado hacia el otro; por la imperiosa obsesión de probar que nos asiste la razón por encima de lo que sea.
Ese empeño en que el otro sea el que cambie, en que reconozca sus fallas, suele ser la grieta principal por donde se fuga el amor.
Es increíble enamorarnos tanto de una persona para en pocos meses o años acabar detestándola, incluso aquellas cosas y rasgos que nos conquistaban y gustaban de ella. El concepto original del amor y la idea de vivirlo y extenderlo a los hijos, se va dejando de lado, se le desatiende.
Y la premisa se vuelve el “salirse con la suya”. Y primero se abandona al corazón, y a la pareja y sus necesidades, y luego el egoísmo se extiende a los hijos. Poco pensamos en que esta vida es muy corta y que se marchará pronto.
Actuamos como si fuésemos eternos y la vida nos fuera a alcanzar para seguir cometiendo errores sin reflexionar ni retractarnos.
Las relaciones de nuestros abuelos por lo regular duraban para toda la vida. No necesariamente implicaba que fueran felices en todos los casos, pero había una mayor conciencia y aprecio por el valor de las personas.
No nos percibíamos como objetos desechables. Es imprescindible un golpe de timón que nos permita encauzar el rumbo hacia el ser felices y disfrutarnos más, y que las exigencias hacia el otro se cambien por más diálogo y más herramientas conciliatorias.
Las cosas valiosas se arreglan cuando se descomponen, se trabaja en ellas; no se arrojan por la basura. Hoy en día salir huyendo y bajarse del barco es una salida fácil pero falsa. Cada uno culpa al otro de ser tóxico y se auto ostenta como víctima.
Pero estamos a tiempo de salvar lo construido, de empezar de nuevo, de sosegar el orgullo y la sinrazón y hacer prevalecer la prudencia entre nosotros. Que no se nos vaya la vida. Darnos una nueva oportunidad: por ti, por mí, por ellos…