Esta semana comencé la lectura del libro La educación como acontecimiento ético, de Fernando Bárcena y Joan-Carles Mèlich.
Me atrapó desde las primeras páginas y me confirma algo en lo que he insistido desde hace tiempo: cuánta necesidad existe de recuperar la filosofía para dar sustento al acto educativo y superar el enfoque que plantea pensar y ubicar la educación bajo el dominio de la planificación tecnocientífica, donde lo único que cuenta, según Bárcena, son los resultados que “se espera” que los alumnos alcancen después de un período de tiempo.
Hago referencia a esta lectura para vincularla con lo expresado en la colaboración anterior.
Es cierto –como expresé antes- que al asumir una función en una dependencia pública, y cumplir con las tareas que ello demanda, tuve que dejar en suspenso o bajar el ritmo a ciertas actividades cuya ejecución resultaba placentera, a saber, el impulso de proyectos culturales, además de la lectura y la escritura.
Pero también dejé establecido que tener la posibilidad de actuar, de intervenir en el ámbito educativo, me permitió recuperar el gusto, el disfrute, por el estudio y la puesta en práctica de la teoría pedagógica.
Ello nos ubica ante la perspectiva, sin alardes ni demagogia, de considerar nuestro trabajo, más allá de una obligación, una oportunidad de compartir la visión que tenemos, después de un desempeño en el magisterio por más de cuarenta años.
No sé qué tanto he aportado, pero sí estoy seguro que en intercambio con las nuevas generaciones de maestros he aprendido bastante.
Y en ese deseo de seguir aprendiendo, cuando frente a la computadora leo y contesto correos, reviso informes o comparto documentos, surge la tentación de buscar en internet, como una forma de descanso, materiales de lectura en diversos sitios y, afortunadamente, dentro de tantas cosas que no valen la pena he podido encontrar, en algunos sitios, libros de autores apreciados que no había podido conseguir en librerías.
Aunque me resistía, ahora he dado el paso hacia la lectura de libros electrónicos, aprovechando los hallazgos en formato digital que se pueden disfrutar en las pausas que se hacen necesarias en el trabajo.
Esta circunstancia y el haber conformado equipo con maestras y maestros jubilados, que se han sumado con pasión al proyecto de la Subsecretaría de Educación, al lado de jóvenes docentes comprometidos, me llevan a cumplir, más allá de una obligación, con una oportunidad de servicio.
