Cultura

Lalo Schifrin: orquestando el jazz en la pantalla (II)

Todavía en los años setenta, fuera de la pantalla nos regaló, entre otras obras, Rock Requiem (1971), envuelto en coros e instrumentaciones robustas en honor a los fallecidos por la guerra del sudeste asiático, y Black Widow (1976), una de sus crestas con elusiva combinación de versiones y piezas propias, entretejiendo con ambición cuerdas, alientos y percusiones aderezadas por un funk luminoso. Le siguieron Towering Toccata (1977), con algunos cortes al nivel de su predecesor; Gypsies (1978) en lógica fusionadora, y No One Home (1979), todavía en tesitura funk

Inició los ochentas de manera también prolífica con la música para Brubaker (Rosenberg, 1980), The Competition (Olianski, 1980), en tono romántico; Buddy Buddy (1981), película final de Billy Wylder; la argentina Los viernes de la eternidad (Olivera, 1981); The Osterman Weekend (Peckinpah, 1983) y, entre muchas más, Sudden Impact (1984) de Clint Eastwood, acá una vez más como Harry el sucio: sus partituras siguieron mostrando la gran versatilidad para el cine de acción, comedia, drama, romance y hasta terror. Además, produjo el soft jazz de Ins and Outs (1982) y Cantos aztecas (1988) junto con Plácido Domingo, integrado por seis piezas en clave orquestal, coros incluidos, cantadas por el gran tenor español en el idioma de la cultura que pobló el Valle de México, entre sueños de primavera y búsquedas divinas.

Cerró la década, entre otras propuestas, con The Fourth Protocol (Mackenzie, 1987), volviendo a musicalizar las secuencias de espionaje en plena guerra fría con esas cuerdas temblorosas, y The Dead Pool (Van Horn, 1988), acompañando al detective Callahan en su último lance. A partir de los noventa, presentó la serie Jazz Meets the Symphony, integrada por siete álbumes que combinaban la síncopa con lances de alcance orquestal y que alcanzaron hasta pasada la primera década del siglo XXI con todo el reto implícito de combinar las formas libres de un género con la estructura puntillosa del otro. Presentó su sinfonía de cuatro movimientos Lili’uokalani (1995), en memoria de la última reina de Hawai, también compositora, y revivió el clásico tema de las misiones imposibles de rechazar, dado el inicio de la saga fílmica encabezada por Tom Cruise.

A finales del siglo, se encargó de la música para las películas Rush Hour (Ratner, 1998, 2001, 2007) y volvió a uno de sus géneros primigenios en el soundtrack de Tango (Saura, 1998), acompañando a las imágenes de Vittorio Storaro, además de ponerle puso sabor a sus acordes a través de Latin Jazz Suite (1999). Arrancó el Notivox con el Concierto caribeño (2000), grabado durante los noventa con esa flauta revoloteando e integrando elementos de su partitura para el filme Che! (Fleischer, 1969): tuvo su estreno en la sala Nezahualcóyotl de la CDMX con la Orquesta Filarmónica de la UNAM. Apareció después, entre otras obras, su composición para el videojuego Tom Clancy’s Splinter Cell: Pandora Tomorrow (2004) y Lalo Schifrin and Friends (2007), incluyendo el infaltable clásico Bésame mucho de la inspirada jalisciense Consuelito Velázquez

Después de colaborar con algunos cortometrajes y ya en el tramo final de su camino, recibió un Oscar honorario en 2018 y compuso el score para el thriller político The Hidden Dove (Nelson, 2018). Como por no dejar un solo medio sin su presencia, musicalizó el podcast francés Il était une fois (2024-2025), conducido por Thierry Genovese y cuyo primer invitado fue Clint Eastwood. Fue en el 2024, cuando Schiffrin invitó a Rod Schejtman para crear una obra que rindiera homenaje a su patria y el resultado fue un sinfonía de tres movimientos en tono inspirador que busca recorrer los últimos 40 años de Argentina, entre toques sinfónicos y fílmicos. 

Además de su extensa discografía, a lo largo de su trayectoria colaboró con, ni más ni menos, Count Basie, Sara Vaughn, Stan Getz, Dizzy Gillespie (con quien tocó en el Palacio de Bellas Artes en 1961), Cannonball Adderley, Al Hirt, Jimmy Smith, Piazzola, Cal Tjader y Los tres tenores, entre muchos otros colegas que valoraban su capacidad de adaptación tanto en términos de géneros como de enfoques. El versátil e incansable compositor falleció el 26 de junio en Los Ángeles a los 93 años, tras dejar un amplio legado de múltiples y caleidoscópicas vertientes y cauces sonoros, ya sea acompañando otros medios de expresión o desplegándose por sí mismas en el ámbito exclusivamente musical.


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Fernando Cuevas
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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