Política

Jalisco se toma la pantalla en Medellín

¿Y si les dijera que en Medellín, Colombia, durante la Fiesta del Libro y la Cultura, no solo habrá letras, sino que también se va a proyectar cine jalisciense que te hace viajar de la Sierra Wixárika hasta Chapala, pasando por barrios tapatíos y realismo mágico? Pues sí, del 12 al 21 de septiembre, Jalisco llega como invitado con un programa de cine que parece hecho para recordarnos que la identidad también se filma.

Porque no se trata nada más de “vamos a ver pelis”. Aquí la cosa va en serio. Son once programas que mezclan largometrajes y cortos producidos y filmados en el estado, todos atravesados por temas de memoria, comunidad, salud mental, género, y hasta ese toque de fantasía que huele a Juan Rulfo y a García Márquez saludándose a medio camino. Y ojo, esto no es improvisado: es una colaboración entre la Secretaría de Cultura de Jalisco y la Universidad de Guadalajara que, además de presumir talento, abre rutas de intercambio con programadores colombianos.

Ahora sí: hablemos de las joyas. Arrancamos con “La Arriera”, de Isabel Cristina Fregoso. Un viaje a los años 30 donde los roles de género no solo se cuestionan: se voltean de cabeza. Es cine de época, sí, pero con la irreverencia de quien no le tiene miedo a reescribir la historia.

Luego llega “Allá”, de Montserrat Larqué. Pura nostalgia y cartas que hacen llorar, pero sin caer en lo cursi. Es un pueblo donde casi solo quedan mujeres, y ahí se habla de memoria, arraigo y silencios que pesan más que cualquier diálogo.

“La casa azul”, de Claudio Callao, es un romance intergeneracional en El Tuito que, entre música y prejuicios, nos recuerda que el amor también envejece, pero no caduca. Y si quieren algo más lúdico: “Monstruosamente solo”, de Enrique Cruz. Una comedia que es al mismo tiempo un retrato brutal de la depresión y la amistad. Sí, suena contradictorio, pero ahí está la magia: reírse de la tristeza con monstruos imaginarios incluidos.

El realismo mágico se cuela con “Sobre las olas”, de Horacio Alcalá. Una isla ficticia llamada “Magdala”, donde la familia y el poder se enredan como telenovela, pero filmada con el pulso de cine de festival. Y para quienes dicen que el futbol es “solo un juego”, aparece “Domingo”, de Raúl López Echeverría, que convierte la pasión por el amateur en metáfora de reinvención personal y comunidad.

La Universidad de Guadalajara también mete gol con proyectos como “Goya”, de Pablo Orta: masculinidad juvenil, vulnerabilidad y una pistola perdida en un barrio tapatío. ¿Se acuerdan de esas pelis que arrancan con un hallazgo insignificante y terminan desencadenando un drama social? Justo por ahí va. Y “La falla”, de Alana Simões, un documental sobre el último mes de clases en Acatic: entre amistad y violencia escolar, revela cómo las grietas del sistema educativo no solo están en los muros, sino en las vidas de los estudiantes.

Ahora, lo jugoso: los cortometrajes de la UDG. Hay ficción como “Goyito campeón” o “Elodia”, rodados en municipios de la Sierra Wixárika y la zona metropolitana; documentales como “Las raíces del roble” o “Aurelia y Pedro”, que parecen pequeñas piezas de arqueología emocional; y hasta animaciones como “¿Qué es la guerra?”, que cuestiona lo obvio con trazos, no con discursos.

Lo interesante aquí es cómo cada corto y cada largo no funcionan como piezas aisladas, sino como un mapa. Ves uno y entiendes un pedazo de Jalisco; ves el programa completo y te das cuenta de que el cine funciona como cartografía cultural. Es decir que no solo están proyectando películas, están proyectando territorios, lenguas, dolores y memorias.

Y sí, claro, uno podría decir: “bueno, es cine regional, seguro se queda en lo local”. Pero justo ahí está el detalle: esta selección no busca encerrarse en Guadalajara, busca dialogar en Medellín, abrir caminos, crear puentes. Que programadores colombianos vean “La falla” o “Monstruosamente solo” y digan: “esto conecta con mis estudiantes, con mis barrios, con mi gente”.

Así que, mientras la Fiesta del Libro y la Cultura llena de páginas las calles de Medellín, Jalisco va a estar ahí llenando de imágenes las pantallas. Y no cualquier imagen: son historias que vienen de montañas, lagos y ciudades, pero que saben hablar en plural.

Al final, si algo queda claro, es que el cine jalisciense no llega a Medellín para ser invitado de honor, sino para decir: “aquí estamos, nuestras historias también se cuentan, y se ven en pantalla grande”.


Google news logo
Síguenos en
Daniela Nuño
  • Daniela Nuño
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.