A Franco Cipriani
Andaba en busca de alguna pintora de nuestras tierras latinoamericanas que me provocara una mínima resonancia. Me llega en la voz de mi sobrino Franco, músico de inteligencia sensible que me la nombra de inmediato. Raquel Forner, 1802-1988. Lo demás corre por mi cuenta. Hurgo en mi archivo orgánico y surge el grupo Florida, sí, el de Borges y Oliverio Girondo y de ese Buenos Aires que también habitara Alfonso Reyes que me conozco de memoria. Por lo que advierto que seguramente como su amiga Victoria Ocampo era de clase alta y con la “buena fortuna” como para andar por París como si fuera su casa.
A los 12 años ya queda impresionada por la plástica que observa en España de donde son sus padres. Es allí donde termina su vida escolar. A su regreso a Buenos Aires entra a la Academia de Bellas Artes y junto con sus 20 años obtiene su título de profesora de dibujo ahí mismo. A partir de 1924 su camino profesional estará reconocido por premios en diversos concursos y expondrá sus obras en galerías de prestigio.
Sin embargo, no le es suficiente y parte nuevamente a Europa, esta vez para residir dos años en París tomando clases. La influencia de estos años de estudio es decisiva para su carrera. Además de reunirse con pintores argentinos de la talla de Berni, Spilimbergo y el escultor Alfredo Bigatti y otros entre los cuales el escritor Leopoldo Marechal, que da lugar a la creación del Grupo de París, como se lo denominó. Allí se afianza su relación afectiva con Bigatti del que será su compañera hasta su muerte y con el que abordarán obras y proyectos de diverso carácter. Otra vez de regreso a Buenos Aires su condición de artista en ascenso se robustece con nuevas exposiciones y nuevos premios, y con el antecedente infrecuente entre los plásticos latinoamericanos de haber expuesto en el salón des Tuilleries.
Dos grandes acontecimientos de resonancia mundial cambiarán su rumbo de artista solipsista, con esa larga galería de mujeres solas vueltas sobre sí mismas en una estilización todavía de carácter naturalista. La Guerra Civil española y luego la Segunda Guerra Mundial la conmueven de tal modo que a partir de entonces hay siempre por presencia o ausencia, un otro, incluido. Son los tiempos en que declara Necesito que mi pintura sea un eco dramático del momento que vivo.
En toda su obra, la mujer cumple un rol protagónico, pero en este segundo momento aparece una y otra vez como signo e icono que expresa la violencia, la guerra, la destrucción que sobre ella recae, volviéndose así su tema recurrente. Sus Series están marcadas por la Historia de su tiempo, tan es así que después de esta muerte general que vivió Occidente antes, durante y después de la Segunda Guerra, sus cuadros son su expresivo testimonio. En un tercer momento de su proceso creativo, cuando el hombre llega a la Luna en 1969, por largo tiempo será su nueva propuesta.
Así veremos series donde el astronauta, ese nuevo personaje que se pasea por cómics y afiches de todo tipo en los años sesenta, será uno de sus temas más tratados, para que, con el cambio de época, vuelva a residir en la tierra y notablemente en un feminismo soterrado donde anuncia el paso a una nueva dimensión de su mirada. Por supuesto que a la par de estos procesos también cambian sus técnicas y sus poéticas. Así ha de explorar luego de una especie de surrealismo de la primera etapa, un expresionismo que se vuelve cada vez más agresivo hasta entrar en una suerte de exceso y derivar en sus obras más abstractas.
A lo largo de cada una de sus etapas creativas, los premios y la fama no dejan de acompañarla al mismo tiempo que esa condición suya de apropiarse, a causa de su temperamento dramático, de los grandes cataclismos de su contemporaneidad. Por ejemplo, sus últimas creaciones están penetradas por la sensación de otros mundos habitados, más aún, pareciera que según Forner llegará el día de otra raza conformada por una diversidad de seres que pueden ser alienígenas o humanos. Y asimismo, como dijera uno de sus críticos, en ella el humanismo adquiere una fuerte marca literaria.
Nunca dejó de pintar, burlándose de sí misma cuando decidió destruir toda su obra producida antes de sus estudios en París en 1930, y del conocimiento y vínculo con su compañero Alfredo Bigatti. Con él creó talleres y grupos plásticos y se acompañaron en todas las circunstancias de su vida artística e íntima. Cuando Bigatti muere en 1967 ella le dedica su obra Viaje sin retorno y comienza la serie Espacios que no abandonará hasta su muerte en 1988.
La única mujer entre los grandes plásticos argentinos desde Spilimbergo pasando por Berni, Pettorutti, Castagino, para concluir en Xul Solar y Soldi, Raquel Forner, es la más olvidada.