Mina Loy (1882-1966) nombre con que ella misma se bautizó, nació Mina Gertrude Löwry en Londres. Su perfil me interesó porque resulta ser la New Woman a comienzos del siglo xx. No es la flapper exactamente porque va mucho más lejos, no solo se viste de manera más cómoda y estética sino que es poeta y dramaturga, diseñadora de lámparas y actriz, cercana a los futuristas de los cuales ha tomado el gusto por los aparatos bélicos, los autos, la velocidad, todo eso que anuncian las nuevas tecnologías cuya belleza subraya. Sin embargo aunque discute con Eliot y acuerda con Ezra Pound o Gertrude Stein y se afana con Picabia, en ella el desafío, la rebeldía, el buscarse otra y diversa al común de las mujeres, enojarse porque una parte de las feministas en una guerra patética quieren parecerse a los hombres cuando no lo son, es su modo de autoafirmarse y afirmar asimismo “no buscarse en los hombres para advertir las diferencias que les son propias sino en sí mismas para encontrar realmente lo que son”.
Su vida bohemia la impulsa a visitar Nueva York, ciudad de la que se enamora y donde permanecerá largo tiempo. Su incursión se parece a la de Marcel Duchamp en la misma ciudad. Como si ambos advirtieran en ella una temperatura propicia con su desmesura imaginativa y las novedades de su pensamiento y creación.
Inquieta como ella sola, ya a los 17 años la encontramos en Múnich estudiando pintura, disciplina que será su primera inclinación. En París su encuentro con Stein y Djuna Barnes se convertirá en una amistad de toda la vida. Pronto también publica sus poemas en periódicos y revistas culturales, y lee desaforadamente a Nietzche y Freud. Se casa con Stephen Haweis compañero de la academia de pintura con el que tiene una hija que muere al año de su nacimiento.
Y así su vida a los saltos entre la pasión primera por Marinetti y la decepción de su escuela futurista que pronto muestra sus tendencias fascistas. Por eso Nueva York acaso le da la dimensión de su propio deseo. Es cuando sabe a ciencia cierta que los individuos trascienden los tipos o caracteres impuestos y que el género puede ser lo que uno elija... Por eso es allí a poco tiempo de su llegada donde escribe el Feminist Manifesto del cual he extraído parte de sus ideas. Nueva York le ofrece también el reencuentro con sus amigas y la separación definitiva con su primer marido.
Mina por fin se enamora de Arthur Cravan pintor dadaísta y también boxeador quien decide vivir en México. Embarazada, Mina concluye su separación legal y sigue tras él para parir su nuevo hijo al lado del que ahora será su compañero. Pero al destino le gustan las jugarretas, Cravab quiere radicarse en Argentina, para ello se hace de una embarcación con la cual piensa llegar al puerto de Buenos Aires. La esperanza fluye en los ojos de Mina mientras ve desaparecer su lancha en la costa mexicana. Lo seguirá en tren, así ha quedado pactado. Pero nada de eso ocurre puesto que el pintor y boxeador desaparece en el mar para siempre.
Mina Loy fue una mujer de lúcida afirmación feminista, no obstante su manifiesto convoca a la reproducción. Aunque critica el matrimonio, está convencida de las relaciones libres y del sexo sin sentimentalismos, subraya el derecho a la maternidad de la mujer. Y, en verdad duele señalar que se decida a creer en la parición de hijos por mujeres superiores, para mejorar la vida humana, una suerte de eugenesia. Como si las ideas de los futuristas que terminó rechazando con tanta rotundez, no obstante, la habrían permeado de una manera inconsciente, y a la New Woman que encarnó tan airosa, le hubiera faltado un pie, una mano o la costilla de Adán.
Prefiero mil veces quedarme con su poema Parturition cuyos versos cantan el parto y la plenitud que conlleva como si se tratara de una creación. Y donde a causa del nacimiento de la criatura la madre se integra al cosmos por medio de su cuerpo y su conciencia.