La estufa, el fogón, el bracero, la plancha, el asador y muchos centros de los cuales viene la comida, aquella que fue procesada, ya sea picada, molida, salteada, tatemada o simplemente cocida, pero que tiene todo un trasfondo, desde lo social, pasando por lo psicológico, llegando a lo religiosos y dando una vuelta prohibida, para llegar a lo industrial y dador de estrato social, pero que evidentemente tuvo un principio, su nacimiento o su génesis del cual todos partimos y del cual todos nos alimentamos. Con el paso de los años cada quien ha tomado su camino, algunos continuaron con la comida de la abuela, otros buscaron su lado natural y el vegetarianismo fue su nuevo hogar, para algunos más la modernización de la comida extranjera y el esnobismo fue el perfecto pretexto para denostar lo endémico, pero he aquí la pregunta ¿Quién calienta las tortillas en tu casa?
En aspectos de género la mujer es la encargada de alimentar a la familia, mientras el hombre siembra la mujer cosecha, pero también muele, pica, martaja y sirve, el hombre vuelve del campo o la oficina, cansado y hambriento, y lo único que espera es el plato servido, el vaso lleno y las tortillas calientes, porque es justamente ella la que tiene el don, desde el embarazo nos alimenta y nos procura, nos protege y nos cuida, pero en todos los casos ¿es la total encargada?; el hombre tiene un puesto especial, podemos decir que es la fuerza, la rudeza y cada uno tiene una destreza, vamos con un ejemplo, ¿cuántos tlacoyeros o quesadilleros (hombres) han visto? O ¿cuántas taqueras conocen?, puede ser un ejemplo muy burdo, pero aquí hay otro. ¿Cuántas cocinas económicas son atendidas por hombres? Y nos referimos a verlos con mandil y metidos en la cocina; al final la delicadeza de trabajar con la masa de tortillas no se compara con manejar el cuchillo al picar el suadero.
Dicha distinción por género podría quedar suspendida en esta discusión, donde el imaginario colectivo tiene como ícono a la abuelita, con su mandil como ropa de diario, en la cocina esperando la llegada del “señor” y confinada a una vida entre jitomates, maíz y pollo, amasando el nixtamal para las gorditas en su puesto o sirviendo los platos en una fonda, pero extrañamente se olvida el contraste, el trompo dando vueltas y el taquero cortando trozos de carne que van directo al plato o al taco. Entre tripas, cueritos o maciza, un cosmos que curiosamente conjuga ambos sexos, pero pocas veces los observamos, socialmente los ignoramos y comúnmente los ocupamos y todo en torno de aquella estufa, el fogón, el bracero, la plancha o el asador.