Cultura

De mamá a abuelita

  • De raíces y horizontes
  • De mamá a abuelita
  • Arcelia Ayup Silveti

Hace cuatro años me convertí en mamá humana de un adorable bebé pinscher. Le llamé Tírolo a ese perrito tierno, apacible y llorón. 

La familia que lo rescató le dijo a mi hija Jimena que era dócil, amigable y asustadizo. 

Había perdido el ojo izquierdo y fue lo primero que atendió su veterinario, además de baño, vacuna y demás, quien detectó que la edad del perrito era de medio año.

Tírolo se adaptó rápido a la familia, en especial con mi hija y con su perrita Nina. 

Fue mi amigo inseparable, fiel en todo momento y cuidador durante mis dos contagios de covid. Me divierto mucho con él y me inspira mucha ternura. 

Sin embargo, él siente especial apego por Jimena. 

Apenas la ve y corre con ella, llora y mueve la cola. Cuando está con ella, me vuelvo invisible, me escucha, pero no me voltea a ver.

Esto se fue incrementando con el paso del tiempo y siempre bromeábamos sobre el inconmensurable amor hacia mi hija. Fue difícil aceptarlo y alargué la decisión. 

La tarde del lunes cinco de junio hice la entrega oficial. Cargué al Tírolo y lo llevé a donde estaba Jimena. 

Les dije que a partir de ese momento estarían juntos hasta que la muerte los separe; ella se convertiría en su mamá humana, tendría la custodia total sobre el antes Tírolo Ayup, además de estar al pendiente de sus vacunas, alimentación, limpieza, paseos y mantenerlo sano.

Lo dejé en el piso y corrió muy amoroso con Jimena, él lloraba, cerraba su ojo, la olía, se le replegaba al pecho y no dejaba de mover la cola. 

Estoy segura que el Tírolo entendía su nueva realidad. Su felicidad y plenitud eran contagiosos y llenaron la habitación de luz y energía sana.

Lo extraño, le hablo y le canto como si siguiera conmigo. Me hace bien pensar que él también me echa de menos y sabe que nos seguiremos viendo y queriendo. 

También tiene claro que la cesión de su patria potestad está fundamentada en mi gran amor hacia él, el deseo de que esté bien y saber que será amado y cuidado.

Con el Tírolo aprendí a ser compasiva, solidaria, empática y resiliente. 

Me enseñó que no se necesitan palabras cuando quieres demostrarle a alguien que lo acompañas, es suficiente con permanecer a su lado y hacer contacto físico y visual en un profundo silencio.

Gracias a mi Tírolo por ser maestro del aprendizaje y transmutarme de mamá humana a abuelita humana.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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