El próximo año en la Olimpiada de París habrá un homenaje especial a Johnny Weissmüller (Tarzán), quien obtuvo cinco medallas de oro en natación y una de bronce en los juegos olímpicos.
Para ello, el comité organizador ha determinado presentar tres documentales, uno sobre Alemania, otro sobre Estados Unidos y el tercero dedicado a México.
En el caso de este último, hemos celebrado reuniones con Liza Weissmüller, nieta de Tarzán, quien vive en Acapulco y posee los derechos del actor y deportista, así como con el cineasta Eduardo Tato Flores, quien tendrá a su cargo la elaboración del documental y que dirige para Disney Channel un interesante documental sobre la vida de Frida Kahlo.
Hemos decidido llamarle al capítulo México “Tarzán en Acapulco”, dado el amor que le profesó. Incluso cuando se encontraba en sus momentos finales, su esposa quiso trasladarlo a Estados Unidos, a lo que él contestó: “Quiero morir en Acapulco, que es mi paraíso”.
Ante la sorpresiva falta de apoyo de las autoridades federales, estatales y municipales a esta producción, hemos dado inicio a este proyecto con la primera aportación económica del empresario Antonio Guerrero, quien al conocerlo se emocionó y decidió participar.
En mi estado no se ha visualizado que este documental servirá también como una plataforma de relanzamiento de Acapulco.
Hoy el turismo no solo se atrae por las bellezas naturales, que las tenemos de sobra, sino también por sus historias, y Acapulco está plagado de muchas de ellas.
Yo digo que el olvido equivale a una segunda muerte o una muerte definitiva, y no podemos permitir que le ocurra esto a un destino turístico que albergó vivencias de muchos personajes célebres que nos visitaron o vivieron en el puerto.
Imagine usted rescatar para la posteridad cuando Tarzán se reunía en su hotel Flamingos y llegaban sus amigos de la pandilla de Hollywood, o cuando éste se aventaba desde La Quebrada. O cuando construyó una vivienda redonda de influencias africanas, para vivir en paz y que no penetraran los malos espíritus.
Cuando visité Mazatlán, los lugareños me platicaron una historia fascinante sobre la soprano Ángela Peralta, la primera mujer mexicana que actuó en la Scala de Milán.
En esos años, Ángela fue invitada a la inauguración del teatro de Mazatlán; sin embargo, en su larga travesía varios de sus músicos murieron de fiebre amarilla. Ángela llegó agonizante y alcanzó a realizar un ensayo en el nuevo teatro, pero al siguiente día murió.
Tiempo después el teatro se vino abajo y a partir de ese día se construyó una leyenda sobre la maldición de Ángela Peralta.
Posteriormente se construyó en ese lugar un nuevo teatro, muy hermoso, por cierto. Cuando alguien se toma una foto aparece una pequeña manchita blanca, y dicen los guías de turistas que es el espíritu de Ángela Peralta.
¿Se imagina usted cuantas historias tenemos en Acapulco con todos los personajes que nos han visitado?
Del anecdotario
Siempre que visito la Costa Chica me nutro de nuevas vivencias y anécdotas. Me platicaba mi sobrino Rafael Bautista Baños, oriundo de Pinotepa Nacional, que cuando el cantante guatemalteco Ricardo Arjona visitó la laguna de Chacagua se quedó maravillado y manifestó su deseo de ayudar a la comunidad.
Mandaron a llamar al comisario, que era un afrodescendiente, y lo presentaron con Arjona.
—Mucho gusto, señor Arjona.
—Pues mire, señor comisario, a mí me gustaría ayudar a este bello lugar.
—¿Y cómo podría ayudarnos? —dijo el comisario.
—Pues con un concierto —contestó Arjona.
—Ta’ bueno, pero si es concierto, que sea del conjunto Mar Azul o el Acapulco Tropical.
Arjona ya no dijo nada.
La vida es así.