Política

El Cardenal

  • Columna de Ángel Aguirre Rivero
  • El Cardenal
  • Ángel Aguirre Rivero

Corría el año de 1972, yo estudiaba en la Preparatoria Número 6 de la UNAM y trabajaba en Palacio Nacional como auxiliar de intendencia. Era mi lonchería preferida; se trataba de El Cardenal, ubicada en la esquina de Moneda y Seminario, a sólo unos metros de la Plaza de la Constitución, en la Ciudad de México.

Ahí conocí a don Jesús Briz y su esposa, quienes atendían diligentemente la taquería en la que sus alimentos tenían un sabor especial, pues cuidaban los detalles desde la elaboración de sus propias tortillas en un enorme comal.

Cómo olvidar los frijoles tarascos que preparaban, eran una delicia; lo mismo las sincronizadas con un toque especial por una salsa roja que era acompañada de guacamole. Los tacos de bistec y otras exquisiteces los distinguían.

Alguna vez que regresé de Guerrero a Ciudad de México el lugar estaba cerrado, y nadie me supo decir a dónde se habían cambiado, lo que me causó tristeza.

Con el paso de los años, siendo senador de la República, acudí a comer a El Carde-

nal de la Alameda y conversé largamente con mi amigo Tito Briz, uno de los propietarios de esta exitosa cadena de restaurantes, sin asociar sus orígenes con aquella modesta taquería que había conocido en mi juventud.

De repente ingresó al local un hombre que llevaba su vestimenta de chef y fue entonces cuando pregunté a Tito si ellos habían sido los propietarios de aquella modesta lonchería.

Se trataba de Jesús, su hermano, otro de los copropietarios, de quien su aspecto me parecía familiar y entonces pregunté a Tito: “¿Ustedes eran aquellos niños que ayudaban a su papá a atender la taquería que se encontraba en el centro?”, y me dijo que sí. Entonces reclamé en broma a mi querido amigo por qué no incluían en la carta los famosos frijoles tarascos.

Tito, de manera comedida, me ofreció que la siguiente vez que visitara el restaurante los prepararía, sólo que le avisara un día antes y así lo hice: “Tito, mañana voy a El Cardenal y espero que me tengas los frijoles tarascos”. Así tuve la oportunidad de volver a degustar ese exquisito platillo de origen michoacano de donde proviene su familia.

Hoy El Cardenal se ha convertido en una de las cadenas más importantes de la gastronomía mexicana, para muchos (incluyéndome), el mejor de los restaurantes de este tipo en Ciudad de México. Sin duda, un ejemplo a seguir.

Las gaoneras, los tacos de chilorio, las tortitas de bacalao en temporada, al igual que los chiles en nogada, el mole, el queso tapado y los tacos sudados, son sólo un pequeño ejemplo de las delicias que ahí se sirven.

Los hermanos Briz junto a sus hermanas han sabido honrar la memoria de sus padres, quienes les enseñaron a trabajar con ahínco, profesionalismo y gran pasión.

Son varios ya los Cardenales en Ciudad de México y sus planes de expansión están en puerta, pero además han visualizado implementar cadenas productivas para sus propios restaurantes como el proyecto Zumpango, que se encarga de proveer de la nata, el queso, la mantequilla y la leche con un hato de vacas lecheras, garantizando la calidad y limpieza de sus productos.

Espero que mi amigo Tito la próxima vez que lo visite ya tenga en la carta los frijoles tarascos y las sincronizadas michoacanas. ¡Que así sea!

PD: Aprovecho mi columna para compartirle al presidente AMLO que la carretera a Costa Chica se encuentra muy deteriorada, por lo que urge se le dé mantenimiento; también debo agradecer que continúan trabajos de ampliación de esta vía, lo que sin duda consolidará el proyecto de Cuarto Polo Turístico de la Costa Chica.

Usted sabe bien que en nuestra región se le quiere y se le respeta. _

Ángel  Aguirre Rivero*

* Ex Gobernador de Guerrero

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