
Los morenistas locales suelen pasar desapercibidos en Jalisco, pero cuando llega Claudia Sheinbaum se transforman en activistas de tiempo completo. Llenan las plazas con seguidores transportados en camiones, generan ruido político y posan para la foto. La duda persiste: ¿ese activismo es real o solo espectáculo?
Este domingo, la escena se tensó cuando, desde el podio, Sheinbaum escuchó abucheos y gritos al mencionar al gobernador Pablo Lemus. Con voz firme lanzó la advertencia: “Si están esos gritos, mejor nos vamos”. Bastó la frase para que se hiciera el silencio. Fue el primer movimiento estratégico de la mandataria: imponer orden en una plaza tomada por reclamos, pero donde ella no podía permitir que se desbordara la protesta.
El mensaje fue claro: la visita no sería usada para golpear a su contraparte. La presidenta proyectó la coordinación institucional, aunque los colores partidistas pintaran el escenario de confrontación. Necesitaba que el foco se mantuviera en los anuncios de peso que traía bajo el brazo.
En la tierra del tequila presentó un paquete de proyectos que incluía el Acueducto del Lago de Chapala, las líneas 4 y 5 del Tren Ligero, la rehabilitación de carreteras federales, el saneamiento del Río Santiago y la recuperación de viviendas abandonadas. Pero el anuncio más esperado fue el relacionado con la Universidad de Guadalajara. Tras la polémica por un presupuesto que planteaba un recorte del 56 por ciento, Sheinbaum zanjó el tema: lo calificó como un “error humano” y garantizó que, en 2026, la UdeG contará con los recursos federales que le corresponden.
El gesto no fue solo presupuestal. Al declararse “hija de la UdeG”, la presidenta envió un mensaje directo a la comunidad universitaria y a los grupos de poder que orbitan en torno a ella: esta institución no será campo de batalla política. Con esa frase se colocó como protectora simbólica de la universidad, al tiempo que puso un freno a quienes pretendan capitalizar el descontento. “Aquí, lo primero es la academia”, pareció decir.
El trasfondo también incluyó ausencias. El exrector Ricardo Villanueva, figura central del grupo universidad y hoy subsecretario de la SEP, no apareció en escena. Su nombre circula en los pasillos políticos mientras la influencia de Mario Delgado se desgasta frente a disputas internas y al tema del llamado “huachicol financiero”.
La gira La Transformación Avanza dejó un sabor agridulce. Por un lado, la promesa de inversiones millonarias en infraestructura, movilidad y medio ambiente, que responden a demandas históricas de los jaliscienses. Por otro, la evidencia de una grieta política que estalló a los gritos y que requirió la intervención de la presidenta para contenerla.
El propio Lemus acusó después que militantes de Morena de otros estados provocaron los abucheos. Según él, llegaron en más de 100 camiones con lonche y frutsi, bajo un guion de consignas contra su gobierno. Aseguró que no es la primera vez que ocurre con mandatarios opositores y subrayó que Sheinbaum pidió moderación.
Al margen de la polémica, Lemus destacó su encuentro con la presidenta, donde hablaron de proyectos estratégicos e incluso de apoyos federales de cara al Mundial de Fútbol 2026. Un intento por mostrar altura política y restar peso a la movilización morenista.
En resumen, la visita de Claudia Sheinbaum a Jalisco puso sobre la mesa millones en inversión, una defensa simbólica de la UdeG y un mensaje de coordinación con el gobierno estatal. Pero también dejó en claro lo difícil que será navegar en un estado gobernado por la oposición, donde las plazas se llenan con ruido partidista y la ciudadanía exige resultados concretos.