Es el Departamento de Estado del país hegemónico y una disputa político-ideológica.
Alternativamente, los interlocutores centrales que predominan en la opinión pública —cada vez más actores partidistas y menos empresarios, ciudadanos u organismos de la sociedad civil— minados por el foco en la próxima refriega electoral, buscan o fortalecer o socavar la principal referencia política de la nación: un presidente que es optativa y simultáneamente comandante de las Fuerzas Armadas, líder de movimiento, aventajado en encuestas y principal establecedor de la agenda.
¿Por qué no habría el presidente Andrés Manuel López Obrador de usar instrumentos informativos, en última instancia ideológicos, contra aquellos que lo desean perjudicar? ¿Por qué no puede ser Estados Unidos un contrincante en el tirito ideológico informativo del momento?
Por supuesto, existen al menos estas cuatro condiciones.
1) Los cárteles tienen control de algunas áreas del territorio nacional y está claro también que esta administración no inició el proceso, aunque en ella se haya disminuido la incidencia de homicidios de una manera acaso modesta; 2) de acuerdo también que los gobiernos del PRI y del PAN batallan para disociarse de su responsabilidad en las omisiones y comisiones que posibilitaron durante décadas el fenómeno del narcotráfico; 3) destacadamente, además, el país del norte, inundado de su propia politiquería, es incapaz de nombrar y atacar a los principales capos o los nodos de redes que distribuyen en su inmenso territorio las drogas y, 4) evidente, Estados Unidos gestiona los severos problemas de desigualdad regional, en participación de la renta nacional, seguro médico, desequilibrios educativos y adicciones, precisamente, con el mayor consumo de droga per cápita del planeta.
Llega a ser más relevante el departamentito de la ideología que el departamento de Estado.
Importa más atribuir sentido a la realidad del narco que a la realidad material de los cárteles dependientes del consumo estadunidense. Desde un punto de vista sistémico, los trucos evasivos de los estadunidenses están conectados a sus enormes tensiones internas, mediadas por el enorme poder de la industria cultural y digital, muchos de cuyos integrantes son consumidores estelares de drogas.
La disputa por la consolidación del cambio de régimen no es tan relevante desde 2024 como desde 2030: ¿quiénes son parte del equipo en el trayecto y cómo garantizan la precisión programática y el éxito político del manotazo en la mesa que la población y el electorado mayoritario dio en 2018?
En ese escenario seguramente deberá colocarse, lo más probable, Claudia Sheinbaum, o la oposición a Morena y a ella, si quieren que la aleccionadora confrontación histórico-ideológica, impacte efectivamente en la reducción de la inseguridad binacional y en el daño a nuevas generaciones vulnerables a la violencia y a las adicciones.