El Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado de Jalisco (IEPC Jalisco) determinó organizar la realización de seis debates en este proceso electoral local, cuatro a la Gubernatura y dos para diputaciones de representación proporcional; de estos, ya se realizaron dos a la gubernatura y uno para diputaciones, y es factible la organización, previa solicitud, de otros debates entre candidaturas a munícipes de Guadalajara, Zapopan, San Pedro Tlaquepaque, Tonalá y Tlajomulco de Zúñiga.
Los debates, como es sabido, se ofrecen y organizan como un mecanismo para que quienes aspiran a un cargo público se presenten y expongan entre sí, y ante la ciudadanía, con el fin de ofrecer, intercambiar, contrastar ideas y propuestas de gobierno, para que las personas electoras cuenten con información: con ello, disponer de elementos para una decisión informada y libre el día de la jornada electoral, que será el próximo 2 de junio.
Los debates, de esta forma, están en el “deber ser”, que, en la realidad, para las y los contendientes son más un momento y recurso, legítimos, en sus estrategias electorales. Lejos, pero muy lejos, lo hemos visto: se aplican para debatir; se preparan y se plantean que los debates sean un punto de quiebre en las preferencias electorales (cosa que rara vez sucede), no como un medio para la presentación de propuestas e ideas contrastables. Asumen los debates para imprimir una estocada al o la contrincante, que sea la más efectiva y espectacular para descalificar, incluso a través de la denostación, difamación, llegando a la calumnia. Para ello se preparan, y se han hecho hábiles en presentar fotografías y carteles con datos y gráficas.
El medio es el mensaje. Sí, la televisión en sí, por su estructura y lenguajes (la imagen a cuadro, lo que el televidente ve, y el sonido, a través de la voz, el timbre, la tonalidad, el ritmo, la dicción), obligan a las personas debatientes (como a cualquiera que sale a cuadro) a desarrollar esas habilidades comunicativas, o de lo contrario, no comunica lo que en realidad quiere transmitir; por otra parte, está el tiempo que juega como corsé al exponer y desarrollar ideas. Debatir en profundidad en televisión supone más que tener buenas ideas. Y si a ello le sumamos varios temas a desarrollar en un tiempo determinado (hora y media o dos), y con más de tres participantes a la vez, pues no hay que esperar en un ejercicio así debates reales, por más formatos dinámicos que se conciban y apliquen. Es pedir peras al olmo. Claro, son debates políticos, no académicos; y el medio es clave para ello, incluso si se pretende realizar un debate académico en televisión, se enfrentará a las mismas limitantes que el político.
Por otra parte, está el rol de los medios de comunicación y analistas, que de manera inmediata reducen el éxito o fracaso de un debate electoral al formato, no considerando los elementos anteriores. Aunado a ello, está la expectativa que se alimenta previo al debate, esperando revelaciones espectaculares de las y los contrincantes; ¿quién da la mejor estocada o “golpe”? Y si no lo hay, se concluye que estuvo sebo (mucha grasa y poca carne), sin chiste, enfadoso. Generar expectativas públicas antes y después del debate a partir de lo anterior, es pervertir el sentido y finalidad de los debates.
¿Quién ganó el debate? Pareciera que en esa pregunta lo que está de fondo es ¿quién se “fregó” a quién con el mejor recurso irónico, de revelación espectacular, de revire, respuesta astuta o inteligente, etcétera?
Si bien los partidos y personas debatientes acuden como estrategia electoral, los medios de comunicación con ejercicios post debates podrían, incluso deberían, ser crisol sobre lo expuesto o planteado por las y los participantes: ¿la propuesta o idea es viable, es factible, necesaria? Sin dejar de lado un análisis de las capacidades expositivas y comunicativas de los y las participantes, pues eso también comunica, pero subordinarlas o vincularlas a las ideas y propuestas. Buen servicio se haría con ello. Que en los días posteriores minimicen el identificar “quién ganó” (así marcan la distancia necesaria para ser más objetivos e imparciales), o en todo caso, quién planteó la mejor propuesta, la más viable, la más necesaria; extraer del “ruido” histriónico propio de la televisión y de las habilidades del expositor, las propuestas, aunque sean una, dos o tres. Darles profundidad, contextualizarlas, y con entrevistas posteriores, ahondar en ellas; además de identificar las mentiras e incluso los errores (que no son lo mismo). Una cosa es lo que se prepara para la televisión y otra la que requiere desmenuzarse, verificarse, aclararse, contextualizarse, sopesarse y con especialistas tener elementos sobre su viabilidad y oportunidad. La televisión, por su estructura y limitantes, solo permite exponer los qué y algo, por qué; en el post debate hay que entrarle al cómo, cuándo, dónde, con quién, con qué.
En Jalisco tendremos dos debates más entre quienes buscan la gubernatura (Poder Ejecutivo). El próximo será el 4 de mayo en Puerto Vallarta y el último el 26 de mayo en Guadalajara. Este último, a una semana de la jornada electoral del 2 de junio. Para quienes buscan una curul en el Congreso local (Poder Legislativo), su segundo debate será el 11 de mayo. Todos, transmitidos por los servicios de radio y televisión pública de Jalisco, el Sistema Jalisciense de Radio y Televisión (Jalisco TV) y UdeG TV (Canal 44), que, por cierto, han estado a la altura técnica y profesional envidiable por otras casas productoras en telecomunicaciones (incluidas nacionales).
Los temas para los próximos debates, establecidos por la Ley Electoral del Estado de Jalisco, versarán sobre desarrollo económico, empleo y salario; cultura, salud y deporte; desarrollo humano, educación e innovación; movilidad; medio ambiente; mejorar la calidad y la gestión del agua en el estado.
De las y los participantes se espera que expongan y contrasten propuestas sobre esos temas, cada uno a partir y en el campo en que buscan gobernar: desde el Ejecutivo para quienes aspiran a la gubernatura, a partir de sus atribuciones y facultades; y desde el Legislativo a quienes quieren una diputación. Estos últimos, para que no sea como el de ayer, se asuman en las funciones sustantivas del Poder Legislativo: legislar, fiscalizar, e integrar y evaluar el funcionamiento de las instituciones y organismos del estado. (Por cierto, en los debates a la gubernatura y diputaciones, con temas como transparencia y combate a la corrupción, ni una palabra ni mención sobre el Instituto de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales del Estado de Jalisco, el ITEI; y el Sistema Estatal Anticorrupción de Jalisco, el SEAJAL. Como si no existieran). Ser legisladora o legislador, se debe recordar, no es hacer gestoría, o cambiemos al Poder Legislativo y que se haga “Poder Gestor” y así no se pervierte su razón de ser.
Pero si la construcción de entornos y condiciones de paz, de tranquilidad, de seguridad es una preocupación fundamental, pues hay que comenzar con el lenguaje al momento de entrarle a un debate. La violencia comienza siempre con la palabra, ¿o no? Debatientes: ¡sorpréndanos con propuestas! Que al término de los debates provoquen un diálogo público sobre sus propuestas, no sobre sus “estocadas”.