El asunto de las opulencias reveladas —que no ostentadas, porque esos adalides de doña 4T atrapados in fraganti cuando emergían de una tienda Prada o degustaban las delicias vernáculas en un lujoso hotel madrileño no tuvieron en momento alguno la intención de alardear de cara al respetable sino que cultivaban meramente su glamoroso estilo de vida (está resultando muy sabroso, para quienes observamos las cosas desde la barrera, advertir que alguien, quién sabe quién, ha montado todo un esquema de espionaje)— el tema ése, repito, no es lo más grave que está aconteciendo en el espacio público de este país, así sea que la corrupción nos escandalice grandemente a todos.
Lo verdaderamente preocupante es la deriva autoritaria del régimen y la instauración, en los hechos, de un modelo autocrático certificado constitucionalmente. Está, además, el tema de unas políticas gubernamentales de muy dudosa viabilidad financiera, con todo y que hayan llevado a una estimable disminución de la pobreza, en tanto que son una simple transferencia de recursos generados en las esferas productivas de la sociedad hacia sectores que no engendran rentas ni contribuyen a la creación global de riqueza en México.
En todo caso, si ahora nos irrita el cinismo de los potentados de turno —en efecto, ése es el calificativo que merecen los nuevos ricos del régimen— podemos preguntarnos qué tan descarados e insolentes serán todavía los modos de esa gente cuando el aparato judicial se encuentre enteramente a su servicio, respondiendo dócilmente a sus dictados y, por si fuera poco, dispuesto a arbitrar en contra de quienes se opongan a sus designios, por más oscuros e inicuos que sean.
Así de amenazador es el futuro que nos espera, un escenario de total indefensión ante el poder y, vista la embestida del oficialismo en contra de los organismos electorales y, a la par, la deliberada intención de restarle representatividad a las fuerzas de la oposición, entonces podemos anticipar un entorno en el que ya no tendrá lugar la alternancia al mando que hemos conocido en los últimos decenios: sí, señoras y señores, tres diferentes fuerzas políticas fueron elegidas democráticamente en votaciones perfectamente confiables.
Algunos paladines de Morena nos han avisado, justamente, de lo natural que les parece, desde ya, seguir en el poder durante mil años (algo así gruñó una señora representanta popular; o a lo mejor este escribidor se enredó de su cabecita y eran nada más cien, lo cual es de todas formas una funesta maldición bíblica) y otro supremo embajador del pueblo bueno farfulló, de la misma manera, que no tienen, los de su cofradía política, la menor intención de transmitirle el poder a los “privilegiados saqueadores”, o algo así.
O sea, que seguirá por los siglos de los siglos el espectáculo de los viajes deslumbrantes, los restaurantes de postín, los trapos de marca, los relojes de sofisticada complicación y los bolsos Kelly de Hermès. Para eso es el poder…
