Continuando lo expuesto la semana anterior, señalamos que el proceso para consolidar el estado de Coahuila y Texas fue muy arduo.
Recordemos para contextualizar, que el pacto entre Guerrero e Iturbide fue un pacto entre dos bandos que querían modernizar la nación; los conservadores buscaban un avance gradual y manteniendo las características del añejo régimen: un estado centralizado y monárquico; los liberales pretendían cambios radicales y rápidos: un estado republicano y federal. El centro de la confrontación fue el proceso de Reforma.
Diez años de intensa lucha política después de expulsar a Iturbide, quien había traicionado el ideario de los insurgentes.
Así llegamos al año de 1833, cuando Antonio López de Santa Anna, asume la Presidencia de México.
Santa Anna se había destacado cuando venció al general español Isidro Barradas, quien intentó recuperar el dominio español como en la Nueva España. Igualmente, cuando combatió a Bustamante tras su conspiración contra Vicente Guerrero; asesinado éste último Santa Anna apoyó a Gómez Pedraza como nuevo presidente.
Él mismo Santa Anna fue nombrado presidente por primera vez el 16 de mayo de 1833, mas pidió licencia, dejando en el cargo a Valentín Gómez Farias, el vicepresidente, quien se caracterizó por su postura radical sobre aspectos importantes de la vida nacional.
Gómez Frías trabajó en formar gobierno; nombró a José María Bocanegra ministro de Hacienda y a Carlos García de Relaciones Exteriores. Miguel Ramos Arizpe continuó como ministro de Justicia y Negocios.
El congreso estaba integrado por hombres experimentados, pero con muchos diputados y senadores nuevos, con ideas radicales y progresistas, que hicieron propuestas como eliminar a la gente de Bustamante; organizar una milicia cívica que hiciera contrapeso al ejército regular en cada estado y fortalecer su independencia; robustecer la libertad de prensa, concretar la expulsión de los españoles, reformar al ejército eliminando sus privilegios; impulsar la educación a niñas, jóvenes y mujeres; restarle fuerza a la Universidad de México estableciendo nuevos institutos que dieran títulos profesionales, es decir, eliminar el poder y la influencia del ejército y la iglesia asociados a los ricos hacendados, mineros y comerciantes.
Seguirá.