La temporada navideña y de fin de año constituye siempre un momento propicio para hacer un alto, recargar ánimos en convivencia con los seres queridos y el círculo más íntimo, pero sobre todo para hacer un balance entre los logros alcanzados y definir las metas por venir.
Como sociedad hemos sido testigos y en no pocas ocasiones protagonistas de diversos cambios que han sucedido de manera vertiginosa en los últimos años. Si hace una década se nos hubiera adelantado los trances por los que habríamos de pasar, pocos lo hubiéramos creído e incluso imaginado.
Afrontar una pandemia cuyos estragos económicos aún no han sido del todo superados, crisis económica seguida de una inflación desmedida, modificación asimétrica de las relaciones laborales, falta de acceso a los sistemas de salud por un amplio sector de la población producto de un plumazo, hipoteca del futuro del país para alimentar programas sociales clientelares carentes de indicadores de desempeño u objetivos claros; un esquema de redistribución de la riqueza que no acaba de despegar, sino que perpetúa ciclos de desigualdad, y una ola generalizada de inseguridad pública desbordada producto de la inacción gubernamental son solo algunos de los desafíos que se vislumbran en el mediano plazo.
El uso de una narrativa polarizante para el desmantelamiento de las instituciones autónomas que en la historia moderna del país fueron construídas para dar paso a la transición democrática, ante la impotencia, inactividad, y en no pocos casos complacencia de las mayorías, resulta en una regresión antidemocrática que llevará décadas revertir.
La desconfiguración de un Poder Judicial autónomo, profesional e independiente, para dar paso a una instancia conformada mediante un procedimiento desaseado que no garantiza imparcialidad.
Los anteriores constituyen toda una avalancha de retos que entrando el próximo año ahí continuarán y su solución no parece que será nada fácil ni pronta.
Sin duda, el 2025 será un año de resiliencia, donde tendremos que hacer acopio de todas nuestras capacidades, tanto individuales, como colectivas, para forjarnos un mejor porvenir.
