
El volcán monogenético Xitle ubicado al sur de la cuenca de México tuvo su única explosión aproximadamente en el año 200 d. C. Su lava se precipitó hacia su ladera norte y cubrió aproximadamente 80 kilómetros cuadrados, los cuales quedaron sepultados por la roca basáltica, creando un paisaje estéril que con el tiempo fue repoblándose de flora y fauna. Actualmente lo conocemos como Pedregal de San Ángel.
Este paisaje atrae la atención de los geólogos y biólogos por sus características particulares, que lo hacen parecido a otras regiones que también han tenido actividad telúrica similar, como las Islas Canarias, Indonesia o Hawái. Dichos lugares nos muestran cómo los eventos naturales como las explosiones volcánicas y los terremotos son capaces de acelerar en pocos días procesos geológicos que de otra manera tomarían miles de años.
Por estos motivos los humanos debemos respetar el equilibrio ecológico de áreas como estas, ya que se pueden considerar como vestigios antiguos que contienen una gran diversidad que debe estudiarse científicamente.
En el caso de la Ciudad de México, el área del Pedregal comenzó a urbanizarse en los años 1940, primero con el fraccionamiento Jardines del Pedregal y más tarde con la Ciudad Universitaria. La revalorización de los terrenos de esta zona ha hecho que en tiempos recientes los promotores y constructores estén muy interesados en seguir esta densa urbanización, en detrimento del equilibrio ecológico del lugar.
Estos hechos dan aún más importancia a la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, creada por la UNAM en 1983, la cual cuenta con una superficie de 730 hectáreas, menos del 10 por ciento de lo que originalmente fue cubierto por lava, lo cual apunta a la importancia de preservar este terreno “intacto” y que no se construya más sobre él.
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Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra malpaís significa campo de lava reciente, con una superficie tortuosa, estéril y árida, una connotación negativa que alude a un terreno aparentemente infértil e improductivo.