La era digital ha sido vertiginosa. En 1973 se lanzó el primer teléfono celular, pesado y enorme, para 1997 internet era una realidad en México; en 2007 aparece el primer “smart phone”.
La promesa de que el internet y los teléfonos nos harían más inteligentes se fue a la basura. Jamás tuvimos acceso a tantas fuentes de información de manera casi gratuita y podemos descargar casi cualquier libro, pero también jamás el nivel cultural de nuestra juventud fue más bajo y su lenguaje más limitado.
Los estudiantes en vez de tomar notas en clase como se hacía en el modelo tradicional ahora toman fotos de la proyección o pizarrón.
La otra modalidad es que creen que seguramente habrá “tutoriales” sobre el tema de clase con el que podrán enfocar su atención en el momento que ellos lo deseen.
Con esos impresionantes aparatos, hemos dejado de realizar pequeños ejercicios mentales, que mantenían activo muestro cerebro, como recordar números de teléfono.
Seguramente, si Usted nació antes de los setenta, aún recuerda el número de teléfono (analógico) que había en su casa.
Tanta información, imágenes, videos, películas, etcétera, y el efecto adictivo de las “redes sociales” nos hacen difícil enfocar nuestra atención y nos sumergen en información superficial, no siempre verídica que nos convierte en una sociedad superflua, comodina y adicta a eso segmentos pequeños de información que se fija en nuestra mente y mediante la cual pueden infiltrarnos modas y hábitos de consumo.
No es estar en contra del desarrollo tecnológico, si no ponderar en qué nos estamos convirtiendo como sociedad y qué estamos permitiendo en la educación de niños y jóvenes.
El internet y los celulares nos permiten informarnos en poco tiempo y estar comunicados permanentemente y a distancia.
De hecho, nos han permitido hacer más llevadera esta pandemia que aun vivimos y han potenciado la posibilidad de compartir ideas e imágenes a distancia mediante teleconferencias.
Nicholas Carr, escritor del libro “"Superficiales: lo que internet está haciendo con nuestras mentes", señala que los “nativos digitales” son la primera generación que tendrá el coeficiente intelectual más bajo que sus padres.
Por su parte, el francés Michel Desmurget escribe el libro “La fábrica de cretinos digitales” donde señala los efectos de la exagerada exposición a pantallas en niños y jóvenes sobre su salud, emociones y desarrollo intelectual.
En ambos casos, los especialistas señalan que moderar el tiempo que permanecen niños y jóvenes conectados a los dispositivos digitales, para dedicar más tiempo a actividades motrices o a aquellas que generen retos intelectuales redundará en mejoras en su salud y su proceso cognitivo.
Será bueno hacer una reflexión seria e informarnos al respecto.