Desde hace mucho tiempo existe una tradición de testimonios periodísticos. La mayoría de esos autores son reporteros que gustan de compartir sus experiencias en ese difícil oficio. Por desgracia son libros que reciben poca o nula publicidad como novedades editoriales, tal vez porque no tienen el atractivo de los best sellers, o por considerarlos una clase de libros que no resultan del todo comerciales.
En el pasado y en el presente están como ejemplo los nombres de John Reed, Jack London; John Keneth Turner; Manuel Chávez Nogales; Corpus Barga; Ernest Hemingway; Jorge Ricardo Masetti; Gabriel García Márquez; Mario Vargas Llosa; y desde luego Arturo Pérez-Reverte, por citar solo algunos.
Las palabras escritas desde el lugar de los hechos, o en muchos casos desde la línea de fuego dan cuenta en primer lugar del valor, del profesionalismo, pero sobre todo de la capacidad para narrar lo que atestiguan, dominando la ansiedad y el miedo, haciendo a un lado su persona para colocar en primer plano la historia y sus protagonistas. El verdadero periodista es y será siempre un reportero.
Uno de esos libros imprescindibles para entender esa labor, es el que hace muy poco publicó el periodista Harris Withbeck: El oficio de narrar sin miedo (Editorial Planeta), donde en trece apartados que pueden interpretarse como capítulos o como crónicas, da cuenta de su experiencia, desde sus orígenes en su natal Guatemala, hasta los momentos que le tocaron reportear como corresponsal de CNN, o en otros medios. Muchos de ellos forman parte de la Historia Contemporánea Universal.
La perseverancia, la curiosidad y la intuición, son algunas de las características de su trabajo. Desde muy niño creció inspirado en su bisabuelo Leonard Field Whitbeck, quien como periodista a fines del siglo XIX cubrió las batallas del ejército estadounidense contra los temibles jefes indios Toro Sentado y Caballo Loco. Esas vivencias le hicieron saber que el periodismo es el oficio más bello como diría Gabriel García Márquez, pero también uno de los más peligrosos.
Su bautizo de fuego comienza cuando debe cubrir los inicios de la guerra en Irak, y es “incrustado” en las tropas, término que se utiliza para destacar la participación de un corresponsal de guerra. Sin proponérselo se convierte en uno más que convive codo a codo con los soldados, soportando las inclemencias del tiempo, las pocas horas de sueño, y en ocasiones el racismo por parte de colegas que no aceptan ser compañeros de un latino.
Harris en primera persona narra los aciertos, errores y tropiezos en su andar por el mundo. Igual soporta los insultos de un piloto estadounidense por preguntarle sus impresiones sobre bombardear territorio enemigo donde también hay gente inocente, hasta las respuestas aleccionadoras de una señora centroamericana que arrastra una carreta con sus hijos, sin más pertenencias porque ha perdido todo por el paso de un huracán.
En un pasaje define el miedo como la ausencia de información; con esto deje entre ver que lo desconocido siempre será motivo de alerta. Es así como entre anécdotas y reflexiones este libro permite a los lectores conocer y entender a un reportero que no busca el reconocimiento, sino solo cumplir con cada misión que le es encomendada, sin importar la distancia y los riesgos que debe enfrentar. Por eso, El Oficio de Narrar sin Miedo, es un libro que merece recomendarse.
José Luis Vivar