La comicidad debe ser universal para que se entienda en todos los rincones del planeta. Y desde que comenzaron, cada uno en sus respectivos países lo supieron desarrollar. Charles Chaplin y Mario Moreno “Cantinflas” fueron cómicos muy famosos en el teatro y en el cine. El mes de abril, ese mismo del que decía TS Eliot era el más cruel, los une porque tienen algo en común: el primero llegó al mundo el 16 de 1889 y el otro se despidió un 26 de 1993.
Aunque no se les puede comparar, el británico y el mexicano traspasaron las fronteras con los personajes que representaban: Chaplin con su personaje del Vagabundo y Cantinflas con el peladito de la gabardina. Uno gesticulando y haciendo acrobacias y bailando en las cintas silentes. Y su epónimo haciendo gala de oralidad confusa, incongruente, sin llegar a nada, buscando en el receptor solo su atención. Y algo más: sabe sacar provecho de su agilidad física para hacer toda clase maromas y pasos de baile absurdos.
Ambos están presentes en el inconsciente colectivo; por eso, Chaplin es sinónimo de extravagante, ridículo, o locuaz; y Cantinflas es aquel que habla mucho y no dice nada. No en vano, desde hace ya muchos años la RAE incluyó en su diccionario el término Cantinflear que continúa vigente y se aprecia en los diferentes sectores sociales de Latinoamérica, pero todo en la clase política. ¡Y más en estos tiempos de debates electorales!
No puede negarse que su estilo de comicidad es parte de un luminoso pasado, sin que esto limite su presencia. Prueba de esto son sus películas: siguen siendo vistas y valoradas por un público adulto y por nuevas generaciones que ven una alternativa de hacer reír sin recurrir a la vulgaridad ni al lenguaje ofensivo. Y más que nada, de un humor inteligente, porque hacer reír nunca ha sido nada fácil.
Los dos evolucionaron por las circunstancias. Chaplin dejó el Vagabundo cuando el cine comenzó a ser sonoro, se colocó detrás de las cámaras para dirigir y a meterse en conflictos políticos que le costaron el exilio. Cantinflas pasó de las cintas en blanco y negro a las de colores. Olvidó al peladito para interpretar en la pantalla toda clase de oficios y profesiones. No volvió a tener el éxito de antes, y además se convirtió en un moralista y defensor de los gobiernos en turno.
Existe la anécdota de que ambos cómicos se llegaron a conocer, y que Chaplin dijo: Cantinflas es el mejor cómico del mundo. No se sabe si esto sea verdad; no importa. Cada uno tiene un lugar privilegiado en el Cine, y en el gusto del público. Las barreras del idioma nunca han impedido ser admirados por su genialidad, y que este mes de abril se les recuerde con cariño.