Cultura

Para verte mejor

Le quedaba una hora al año viejo. Me había puesto el recurrente disfraz de Chesterton del Herringbone tweed de tres piezas con zapatos bostonianos con hoyitos en el empeine, aunque la barba blanca me asemeja más con Santa Claus que con el amado G.K. y la melena ya merece cruzar Abbey Road en fila con cuatro apóstoles en un paso de cebra que podría ser metáfora de hoy mismo: el cruce peatonal de un año que se va para siempre para amanecer en nuevo libro de doce meses como capítulos en blanco.

Al intentar limpiar las micas de mis lentes, el armazón de esas gafas ya no tan moradas por una década de vistas y visiones, letras, letritas y dibujitos microscópicos, se rompió en dos mitades. La vida misma: una lente que mira por el rabillo el aciago y accidentado año que se esfuma, mientras la otra ventanilla otea ya lo por venir; atrás los libros que ya circulan publicados y los títulos ajenos ya leídos y subrayados en la memoria, pero por delante la novela nueva que se acaba de ir a la imprenta, la novísima que apenas nació ayer, la nueva edición de lo que quiso ser una tesis doctoral que ahora se encamina como libro de historia y todas las felicidades que habrán de hilarse párrafo a párrafo en un nuevo tomo de vida, sin negar que el otro lente vislumbra dolores e incluso lutos próximos.

Jorge F. Hernández
Jorge F. Hernández

Las uvas llegaron entonces a través de quevedos viejos. El año se inaugura con gafas decimonónicas de manubrio como bicicleta de oro viejo, con cristales en vilo. Son la joya con la que defendí mi primer tesis (luego, primer libro publicado) guiado por mi entrañable Maestro mayúsculo que este año se vuelve centenario y son las gafas con las que me casé de chaqué con infinitos ojos azules de mar y cielo sin nubes a la vista hace cuarenta años y son lentes que le vienen mucho mejor al traje antiguo, como si añadiera polainas a los zapatones en punta de alas y una leontina de oro puro al chaleco y sepia en tinta en la vetusta estilográfica que se asoma en la bolsa del pecho, justo encima de mi corazón con el que deseo un muy feliz año a todos los lectores con el propósito de no volver a ver a los villanos y traidores del año que ya se esfumó y abrir las pupilas hacia lo inédito e impredecible, abrazado a quienes me salvan siempre de descalabros y naufragios, los viejos fantasmas entrañables, los poetas muertos y las canciones de antaño, en sincronía con el abrazo incondicional de mi hermana y de mis hijos a quienes conozco desde que nacieron y con mis amigos de veras a quienes conozco mucho antes de las canas… para que lo mejor del pretérito abone las uvas que hoy mismo han de madurar un año para volverse campanadas de otro año nuevo.

Google news logo
Síguenos en
Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.