En la convención de noviembre de 1996 para elegir candidato a gobernador de Nuevo León, los panistas tenían que decidir entre los dos punteros: Fernando Canales Clariond y Mauricio Fernández Garza.
Canales, quien 12 años antes, en 1985, había sido derrotado por el priista Jorge Treviño en la elección constitucional, se impuso con el 54.6 de los votos de delegados a Mauricio, quien apenas logró el 37 por ciento.
“Se la debemos a Canales, en ésta sí tiene que ser gobernador”, decían los panistas; “no se vale, fue un cupulazo”, les reprochaba Mauricio, dolido por la derrota en el proceso interno.
Lo demás es historia: en julio de 1997 el PAN llegó a la gubernatura tras derrotar al priista Natividad González Parás. Este año se cumplirán 24 de ese triunfo que llevó al PAN a gobernar Nuevo León por primera vez y que no ha podido repetir.
Para el proceso de 2003, los panistas que “se la debían a Mauricio” quisieron repetir la hazaña del 97 y lo hicieron candidato, pero fue derrotado por el tricolor González Parás en la constitucional, quien regresó recargado para devolver el poder al PRI.
Pasó otro sexenio y en 2008 se perfilaba Fernando Larrazabal como el precandidato favorito de la militancia panista, pero en enero de 2009, el Comité Ejecutivo Nacional encabezado por Germán Martínez hizo la voluntad del entonces presidente Felipe Calderón y designó por dedazo a Fernando Elizondo, quien fue derrotado en la elección constitucional por el novel priista Rodrigo Medina de la Cruz.
Un sexenio más y en febrero de 2015 la precandidata panista Margarita Arellanes, favorita en el proceso interno para la gubernatura y pupila de Larrazabal, a quien sucedió en la alcaldía de Monterrey en 2012, fue derrotada por Felipe de Jesús Cantú quien, al igual que Mauricio en 2003 y Elizondo en 2009, perdió en la elección constitucional, esta vez frente a Jaime Rodríguez.
Ahora los panistas llegarán al proceso interno de este domingo con la sensación de que, desde hace 12 años, “se la deben” a Larrazabal y en efecto, todas las deudas se pagan.
La pregunta, en todo caso, es si el carismático ingeniero oaxaqueño será capaz de romper esta vez la maldición panista de una deuda que se ha vuelto incobrable.
