Los ecos, la resonancia de lo ocurrido los días 8 y 9 de marzo con la presencia y ausencia de las mujeres, han sido de gran alcance.
Pero no debe quedar en la espectacularidad o en el impacto económico por un día.
Tiene que convertirse en un asunto del que nos ocupemos todos los sectores sociales y todos los órdenes de gobierno permanentemente.
Desde mi perspectiva, ya lo dejé establecido antes, es un tema que va más allá de una política de seguridad pública, sin dejar de insistir y exigir como sociedad al Estado Mexicano que la garanticen a cada uno de los habitantes de este país, sin importar condición social o económica, género o escolaridad.
No podemos abandonar la óptica educativa y cultural que tiene que ver con el origen de la problemática que han enfrentado las mujeres por muchos años.
Hoy que justamente se habla de la lucha por los derechos de las mujeres, del impulso al feminismo, es importante recordar que esto no es nuevo y tiene el ingrediente cultural pues como bien dice la escritora y organizadora feminista estadounidense Charlotte Bunch:“La violencia racial, de género, sexual y otras formas de discriminación y violencia, no pueden ser eliminados sin cambiar la cultura”.
Hay mucho que hacer al respecto pero no necesariamente pasa por ejercer la violencia ahora contra los hombres. Ya desde el siglo XVIII la filósofa y autora inglesa Mary Wollstonecraft llegó a expresar: “Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”.
Todo esto indudablemente es un asunto complejo, que por lo tanto no se puede abordar de una manera simplista.
Es cierto que hemos construido entre todos, mujeres y hombres, una sociedad masculina o, peor aún, machista, desde la forma que educamos en el hogar y los roles que hacemos jugar a niños y niñas en la familia.
Hoy pareciera, dijo la actriz y activista Emma Watson, que “luchar por los derechos de las mujeres a menudo nos convierte en sinónimo de que odiamos a los hombres.
Sólo sé que algo es cierto: necesitamos detener estos pensamientos”.
En función de lo anterior, no comparto la idea de radicalizar posturas. Hay que construir nuevas formas de convivencia, replantearnos las relaciones de pareja y en familia y empoderar a la mujer para que el elementos femenino, indispensable para todo cambio verdadero, esté presente en la necesaria transformación de nuestra sociedad.
Entendamos que feminista no es una palabra ni lucha de un día; es una lucha constante y tiene que ver con lograrla igualdad de géneros, abriendo camino juntos mujeres y hombres que creemos que otro mundo es posible y tenemos la esperanza de hacerlo mejor.