Lo más notable del libro de autoría colectiva “Veinticinco años de la Camerata de Coahuila”, es que en el texto con el que participa Lucrecia Martínez Santibañez, conocida como "Quecha", fundadora de la orquesta, actual vicepresidenta de su patronato y principal autora del libro, por vez primera habla del compromiso que ella y la directiva hicieron hace ya más de veintiséis años: el de crear una Escuela Superior de Música a nivel conservatorio.
Al no cumplirse esta parte del proyecto, a fin de cuentas la propuesta más trascendente, no es arriesgado afirmar que hasta ahora el patronato y la directiva sólo han concretado el 50 por ciento de su compromiso inicial.
Por años este pendiente quedó en el olvido e incluso llegaron a negar haber hecho tal ofrecimiento. Un ejemplo: en “Camerata de Coahuila, Dos décadas de música”, libro conmemorativo por su vigésimo aniversario, no le dedican un solo renglón al tema.
En el libro reciente por fin se toca el asunto, aunque expresado con sesgo y omisiones. Siendo tan generoso en exhibir recortes de periódicos de la época, se excluyeron del libro las primeras notas aparecidas en la prensa local. La de El Siglo de Torreón se tituló “Laguneros luchan por la creación de una Escuela Superior de Música y Orquesta” (febrero 28, 1994. Pág. 8-E).
Poco después apareció en La Opinión otra cuyo encabezado decía “Un solo propósito: crear la Escuela Superior de Música de la Laguna” (marzo 16, 1994. Pág. 4-C). En ambas notas, tanto Lucrecia como su marido, el arquitecto Ricardo Santibañez, así como el director Ramón Shade y otros personajes declararon que la Escuela de Música sería a nivel conservatorio y que estaría abierta a todo el público.
Tras el primer concierto de la Camerata, poco se dijo de aquel proyecto que terminó por empantanarse; con el transcurrir de las décadas, al cuestionárseles en público sobre el tema, negaban tal compromiso. En el programa de televisión Olla de Grillos, Quecha respondió a pregunta expresa que la escuela no era necesaria, pues los hijos de sus amigas no tenían interés en asistir a una academia de ese tipo ni seguir esa carrera.
Por su parte, Ramón Shade afirmó al diario El Siglo de Torreón que “la orquesta fue creada para dar conciertos en Coahuila, en la República y fuera de ella, no para hacer una escuela de música” (2005).
Tras una búsqueda hemerográfica que rescató aquellas declaraciones, no les quedó más remedio que asumir que aquella había sido “una promesa hecha al calor del entusiasmo.” Pasaron a decir que si bien la Camerata no había hecho un conservatorio, sí estaba haciendo escuela.
Aunque el reciente libro es un claro vehículo para el autoelogio de Lucrecia, en él no solo ya admite dicho ofrecimiento sino que da su versión de los factores que los hicieron desistir de crear la escuela.
Desde luego no todo es negativo: casi desde el principio algunos músicos de la orquesta comenzaron a dar clases particulares; se han formado ensambles y orquestas paralelas; una universidad privada, La Salle, abrió la licenciatura de música y, sobre todo, a iniciativa de Francisco Cedillo, entonces integrante de la Camerata, se fundó el Centro de Estudios Musicales de Torreón, AC.
El desarrollo y vicisitudes de ese proyecto, ahora llamado Instituto de Música de Coahuila, merece ser contado con detalle en un texto futuro. Aunque no es el conservatorio prometido, cuenta con dos carreras técnicas de instrumentista y mantiene cédula ante la SEDU, becando a una buena cantidad de alumnos de bajos recursos.
Los festejos del vigésimo quinto aniversario de la Camerata se vieron empañados por la creciente ausencia de público. Hubo algunos conciertos regulares con apenas doscientas personas. Pueden esgrimirse diversos argumentos para explicar este alejamiento y desde luego uno no excluye a los otros.
Quizá la explicación más clara y sencilla sea la emitida en 1994 (es decir, hace 26 años, justo al anunciar el proyecto) por Gabriela Breña, entonces coordinadora del INBA de Proyectos para los Estados, quien explicó que la fundación de la escuela era uno de los pasos exactos que había que dar para que la totalidad del proyecto funcionara. Abundó que en la medida que existiera la escuela se podría asegurar la formación de un público y de músicos, lo que dijo “creará un movimiento musical que garantice la permanencia de la orquesta”. (El Siglo de Torreón, marzo 10, 1994. Págs. 1 y 4–E).
Lo deseable es que tantos esfuerzos y recursos no se trunquen y que ahora sí, aunque con más de un cuarto de siglo de retraso, se cumpla esa otra mitad que tanta falta hace al proyecto musical.