La fotografía muestra a un grupo de jóvenes que espera para ver a su ídolo afuera de una Universidad en Florida. No tendría nada de particular salvo porque a quien esperan es Milo Yiannopoulos. Hay muchas cosas que no entiendo y una de ellas es la fascinación por un enfermo (los narcisistas malignos son muy cercanos a los psicópatas). Me parece comprensible que nos sintamos atraídos por los villanos de telenovela, como Kevin Spacey en House of Cards, Darth Vader o Jack Nicholson en varios papeles. Finalmente su maldad no sale de la pantalla, pero otra cosa muy distinta es admirar a alguien cruel y perverso en la vida real como Yiannopoulos.
¿Qué es la admiración? De acuerdo con el diccionario, es una valoración muy positiva de una persona o una cosa por sus extraordinarias cualidades. Digamos que podemos admirar a un atleta por sus logros o a un artista por su talento y creatividad, pero ¿qué tiene de admirable una persona que es racista, homofóbico, cuya fama deriva de ser el troll más famoso en internet al grado que Twitter canceló su cuenta?
Representante de la llamada “derecha alternativa” (Alt+Right o movimiento neonazi), el señor Yiannopoulos es de origen griego, pero nació en Kent en Inglaterra. Seguidor del presidente Trump, Yiannopoulos fue hasta el lunes de esta semana editor de la sección de Tecnología de Breitbart News, propiedad de Stephen Bannon (asesor de Trump durante la campaña, hoy estratega en jefe de la Casa Blanca y miembro del consejo de seguridad). Yiannopoulos, además, da charlas y conferencias en diversas universidades de Gran Bretaña y Estados Unidos; hace unas semanas, protestas fuera de la Universidad de Berkeley impidieron que diera una de ellas. El tipo lamentó que en una universidad no hubiese “libertad de expresión”. El presidente Trump salió en su defensa amenazando (en su cuenta de Twitter, claro) a cortar los fondos de la universidad si no existía libertad de expresión (https://twitter.com/realDonaldTrump/status/827112633224544256). Tal parece que ninguno de los dos sabe que la libertad de expresión no ampara el discurso de odio.
Decidí preguntar a la psicoanalista Alexis Schreck, quien me explicó que la gente sigue a estos crueles villanos porque dan salida a su propia locura. Es gente que tiene miedo y ese odio le ayuda a combatir el miedo. Como masa, ven en ese líder algo que los eleva. Él se atreve a decir lo que ellos no pueden.
“A todo cerdo le llega su San Martín”, reza un refrán. Al controvertido periodista le llegó el suyo cuando iba a dar una charla en la Conferencia anual de Acción Política Conservadora (CPAC); apareció un video en las redes sociales sobre una entrevista de hace unos meses en donde defiende la pederastia diciendo que las relaciones entre un niño de 13 años y un adulto eran positivas (es pederastia porque es la palabra apropiada para referirse al abuso sexual que se comete con niños, y no pedofilia, que se refiere a la atracción erótica que una persona adulta siente por los menores). Finalmente se cayó la venda de los ojos y varios pudieron ver al monstruo tal cual. Su participación en la conferencia conservadora fue cancelada. Simon & Schuster le quitó el contrato para un libro y tuvo que renunciar de Breitbart News.
La semana pasada hablábamos de espejos, el que exista alguien como Yiannopoulos es señal de que algo no anda bien en la sociedad. El que haya caído en desgracia es una señal en la dirección correcta, pero hay que hacer mucho trabajo todavía para derribar los muros del odio que crecen por momentos.
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