No importa si es una famosa actriz, una conductora de un programa de televisión o una chamaca de pocos años; quienes en un momento de cachondería envían a su novio un provocativo video o fotos que nunca sabemos bien cómo —aunque intuimos que es el mismo novio— acaban en las redes sociales para desgracia de las protagonistas.
El video —que solo tenía un destinatario— llega a tener millones de vistas y las protagonistas acaban con etiquetas y boca de todo mundo. No solo son los novios ardidos, también las “amistades” pueden filtrar videos perjudiciales, como el caso de la llamada #LadyCoralina —¿se acuerdan?— en el que una “amiga” filtró un video de la despedida de soltera cuando besaba a otro galán y el novio no tardó en cancelar la boda en cuanto lo vio.
Más allá de lo que determine la ley en éstos casos sobre los derechos la imagen, los que deberían quedar castigados y en boca de todos son estas personas que filtran información que no tiene ningún valor periodístico. Novios ardidos o “amigas” descuidadas, son quienes deberían quedar en boca de todos y etiquetados como #MalasPersonas.
Finalmente, son ellos los que cometen un acto despreciable: traicionar la confianza de alguien que los quiere. Es una bajeza; sin embargo, no son ellos quienes están sujetos al escarnio público. Las intimidades en una pareja son eso, intimidades y, por su propia naturaleza, no se comparten, punto. Hacerlo es de pésimo gusto. Si de pilón la información se comparte en redes sociales, deberían ser sujetos a un fuerte castigo.
Por otra parte, están (estamos, Kimosabi) los espectadores. Son quienes vuelven ese video que jamás debió ser compartido en algo viral. Millones de personas que no tienen vela en el entierro, pero que están ahí, comentando y criticando a personas personas que no conocen. ¿Pensamos alguna vez en el daño que hacemos al volver un video viral? Me imagino a la celebridad que mandó un video provocativo al novio explicándole a sus padres que cometió una estupidez (o dos, por que la primera fue confiar en un idiota) y pedirles que la perdonen por someterlos a ellos y a toda la familia a situaciones muy desagradables.
Para acabarla de amolar, hay que reconocer que cuando se obtiene “fama” de ese modo es difícil que la gente lo olvide. Esa persona será siempre “la del video” o “el de la foto”, independientemente de muchos otros logros que pueda alcanzar en su carrera. Es prácticamente imposible que sus admiradores se sacudan esas imágenes y que no la relacionen con la persona afectada.
En estos tiempos que todo se comparte, quizá no sea una buena idea, pero es válido que una persona suba sus propios videos o fotos, con poca ropa, en poses sensuales o como quiera. Es una elección personal ¿Pero qué derecho tiene otro de hacer lo mismo con tu imagen? ¿No es despreciable quien traiciona tu confianza y te roba —además de la paz y muchas otras cosas— tu capacidad de decidir qué hacer con tu imagen?
¿De quién son las imágenes? ¿De quién las protagoniza? Y si la publicación de una imagen tiene consecuencias negativas para el protagonista, ¿Quién es responsable?
Supongamos que alguien en estado inconveniente sube las fotos en Facebook de un amigo, el jefe de éste las ve y decide que no es buena idea otorgarle tal o cuál promoción. ¿Es justo? ¿Tomar una fotografía, te da derecho de compartirla sin la voluntad del otro?
Deberíamos poder impedir que nuestras imágenes se publiquen sin nuestra autorización, pero no es así. No somos sus dueños. Son propiedad de quien las capta u obtiene, aunque sea de modo fraudulento. Lo cierto es que deberían ser ellos, los filtradores, quienes sean señalados, etiquetados y cargar con las consecuencias de la filtración.
Buen domingo para todos.
http://www.notivox.com.mx/blog/fernanda
Twitter http://twitter.com/FernandaT