Política

La Constitución mexicana y las reformas que vienen

Esta semana conmemoramos un año más de la promulgación del texto constitucional de 1917 y que actualmente nos rige, aunque también debemos recordar que su predecesor, el de 1857 se emitió ese mismo día. Durante años, la Constitución ha sufrido una serie de reformas que, de acuerdo a la página de la Cámara de Diputados suman 254, motivo por el que algunas personas hablan de la necesidad de hacer incluso una nueva Constitución pues, argumentan, tanta enmienda representa ya de por sí un nuevo texto, alejado del original. Existe una paradoja antigua que se pregunta si a una barca (en este caso, la de Teseo, quien mató al Minotauro) se le cambian todas las tablas se podría hablar de que se trata de la misma embarcación. Aunque pueda usarse como ejemplo, no creo que sea como tal, menos en una situación tan especial como reclama un documento legal que establece justamente cómo habrá de constituirse un Estado y la relación de este con todos y cada uno de sus pobladores.

Es la propia Constitución la que refleja, casi siempre tarde, a posterior, las urgencias de una sociedad dinámica y que, afortunadamente cambia con el paso del tiempo. La nuestra ha dado numerosos vuelcos desde 1917 y, como apunta Cerroni, lo que antes era una exigencia popular se normaliza y triunfa cuando logra insertarse en el marco jurídico, en este caso, la Constitución. La Constitución puede y debe cambiar porque la sociedad lo hace todos los días, siempre buscando mejorar. El truco viene en que estos cambios no toquen la esencia de la Constitución y que no rompan con su intención de brindar orden y seguridad jurídica. La propia Constitución establece sus mecanismos para que cuando algo deba cambiarse, participen todas las fuerzas políticas y se logre un consenso de gran calado que afectará por décadas tal vez, la vida de millones de mexicanas y mexicanos. Los pilares de la Constitución, decorados por los gobiernos posrevolucionarios siguen marcando que se trató del primer texto constitucional del mundo con carácter social, en que la educación pública, el derecho a poseer la tierra que se cultiva y trabajo bien remunerado sientan las bases de un orden constitucional que de una u otra manera se ha procurado. Aspectos como la Doctrina Estrada son insignias de nuestra Constitución y se han mantenido, incluso se acude a ellos para fortalecerlos y refrendarlos en casos especiales en que el país requiere una postura.

En una comedia romántica de los noventa, Joe Pesci representa a un vagabundo que vive en Harvard y convive con un joven Brendan Fraser, con quien se cuela a clase. Un soberbio profesor pregunta cuál es el numen de la Constitución, obviamente refiriéndose a la norteamericana. Seguro de no obtener respuesta, reta al vagabundo y le lanza la misma pregunta: ¿qué hace grande a la Constitución? Joe Pesci le responde claramente, “el numen de la Constitución es que siempre puede ser cambiada, el numen de la Constitución es que no tiene otra regla permanente que su fe en el buen juicio de las personas ordinarias par gobernarse solas”.

Esta misma semana, el presidente anunció un paquete de veinte reformas, tal vez el más voluminoso en décadas, en la víspera del tiempo electoral. El debate sobre la pertinencia de estas reformas ha inundado espacios en medios. Eso es bueno, debatir, politizar lo que puede afectar nuestro futuro y el de los que vienen. Corresponde hacer valer esa regla permanente, la fe en el buen juicio de las personas ordinarias para gobernarse solas.


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Ernesto Gutiérrez
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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