Política

Populismo y teoría de la conspiración

Populismo es uno de esos conceptos “cáchalo todo”. Cabe todo en esas nueve letras. Hay quien le dice populista a quien es popular. A quien dice lo que la gente quiere escuchar. A quien propone cosas que no son realizables, o simplemente al que se sale de los parámetros “normales” del discurso político. Por ello, populista puede ser quien sea. Casi siempre se usa en términos peyorativos y, pocas veces, explicativos. Sin embargo, el populismo sí es el concepto de nuestro tiempo y su vigencia. 

Personalmente me alineo intelectualmente con aquellos que conciben al populismo como un discurso político, más que una ideología o un sistema de creencias afianzado. Es un lenguaje que busca contraponer al pueblo con la élite. Pero no sólo es eso. El enfoque discursivo-performativo, tomando prestado la categoría que desarrolló Benjamín Moffitt, considera que el pueblo es una “construcción”. Es decir, cada populista construye su pueblo. Para López Obrador era el pueblo mestizo mexicano lastimado por la globalización y el neoliberalismo.

Los buenos. Para Trump es el americano blanco dañado por las élites. Para Le Pen es el francés cristiano empobrecido como es testigo hasta de su pérdida cultural frente al Islam. O para Chávez era el pueblo venezolano explotado por el imperialismo y yanqui, y su colusión con la oligarquía nacional. El pueblo no es, lo construyen los populistas. 

Y para la construcción de esa identidad popular, los líderes populistas necesitan recurrir a la teoría de la conspiración como eje narrativo. No es posible condenar políticamente a las élites si no se les reviste de poderosas, codiciosas y enemigas del pueblo. La teoría de la conspiración debe alimentar a perpetuidad la idea de malos y buenos: un grupo de millonarios codiciosos que se reúnen en algún pueblo montañoso de los Alpes suizos para conspirar y dañar al pueblo. 

Por ello la teoría de la conspiración es tan efectiva: simplifica la realidad, dota de poder ilimitado a las élites y, sobre todo, es inmune a ser desmentida. Un elemento más: son historias más que datos. Las historias son más efectivas y pegajosas que la información dura. Un estudio en Estados Unidos arrojó que 14% de los encuestados podían recordar los 10 mandamientos, pero una mayoría podía platicar la historia de Moisés o el Arca de Noé. Las historias y aún más las intrigas conspiratorias son populares y se afianzan con firmeza en la mente de las personas. 

Nada es coincidencia en política. Las cosas pasan por algo. Hemos escuchado estas frases, ¿no? Son ideas que sintetizan esa cultura política que considera que hay fuerzas humanas más poderosas que nosotros, que actúan impunemente y son las responsables de lo que sucede.  Ni a Kennedy ni a Colosio lo pudo haber matado un loco asesino solitario. Eso no pasa con los poderosos. Todo es parte de una conspiración, ya sea de la CIA, de Salinas o de Washington.

Estas dos caras de la moneda (populismo/conspiración) provocan que buena parte de los temas controversiales de la agenda se muevan en coordenadas inapelables. Por ejemplo, los aranceles de Donald Trump. Esta semana decidió imponer 25% de arancel a los autos que Estados Unidos importa de otros países. Dicha decisión impacta a México porque una quinta parte de esos autos provienen de aquí. Los últimos datos económicos ya detectan una desaceleración del sector exportador en México (-2%). A corto plazo, México sufrirá, aunque a mediano plazo hay un consenso entre especialistas: el consumidor estadounidense resentirá, en incremento de precios, la decisión política de subir los aranceles. 

No obstante, los aranceles son un montaje que obedece a una teoría conspiratoria. La historia va más o menos así: el mundo -sobre todo México, Canadá, Europa y China- abusa de Estados Unidos. Los gobiernos anteriores han sido débiles y han vendido la economía soberana al extranjero. Pero ahora llegó un Gobierno que les hará pagar por el saqueo. Los aranceles son sólo una compensación por años de expolio. 

Sabemos que el relato anterior es falso. Que la economía de Estados Unidos se ha beneficiado tanto de la apertura comercial que hoy su Producto Interno Bruto es el doble que Europa (hace 25 años eran iguales) y ha evitado que China lo supere como presagiaban economistas hace un par de décadas. Estados Unidos ha construido un modelo económico abierto y liberal que le ha permitido ser la gran potencia económica y la gran poseedora de los insumos económicos del futuro, particularmente Inteligencia Artificial y las plataformas de intermediación global (Meta, X, Amazon, etc.). Los aranceles trumpistas cumplen la receta del conspiracionismo: hay conspiradores, traidores, complots y complicidades. 

Son tiempos difíciles para la verdad.

El contexto de populismo, polarización, posverdad y redes sociales nos empujan a creer en teorías supuestamente muy desarrolladas, pero que no tienen ni un ápice de evidencia. Al final, como bien sostiene Martin Gurri en la revuelta del público, la crisis de veracidad es sobre todo una crisis de legitimidad y, por ende, de autoridad. La auténtica revolución contemporánea es defender los hechos y no las confabulaciones. Afianzarse en la realidad y no en la conspiración.


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Enrique Toussaint
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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