Sociedad

Muchedumbre a 40 grados

Y pues nada, que ayer la estación del Metro Chabacano estaba como de película: los 300, estelarizada por Gerard Butler en el papel del espartano Rey Leónidas que se enfrenta a los guerreros persas liderados por Xerxes. La mezcla de aromas en la estación es como una gelatina que se adhiere a las fosas nasales: resulta imposible evadirla, deja de ser molesta gracias a esa mala costumbre de respirar para vivir.

Imposible reconocer alguna esencia, excepto la de los jodidos que aquí disponemos de un posible rápido traslado hasta la tumultuaria estación terminal Pantitlán, para de ahí transbordar hacia lo más recóndito del oriente metropolitano, dormitorio de la mano de obra barata y malpagada: pos qué esperabas, manis. Urge llegar o Sancho puede merodear.

Los pasillos rezuman más y más usuarios, ansiosos por llegar a sus hogares a descansar, para al otro día volver a la rutina, previa ejecución de las acciones para ganarse el chivo, comúnmente llamado “el pan nuestro de cada día”, ganado hasta con el sudor de pudendas sean las partes.

Chabacano, estación de transbordo a las líneas 9, 8 y 2, desborda límites y apenas arriba al andén el convoy proveniente de Tacubaya, la muchedumbre arremete contra sí misma: quienes se encuentran al frente son estampados contra las puertas del tren e impiden el descenso de los usuarios que trans-bor-da-rían, porque nomás queda en deseo la acción.

Los investigadores de la fenomenología del relajo debieran arribar aquí con sus herramientas, para interpretar la singular manera que tenemos los mexicanos para no agarrarnos a madrazos con tal de llegar a nuestro destino. Las huestes de uno y otro bando (los que salen y los que entran) arremeten, rechiflan, se repliegan y lo intentan de nuevo, al tiempo que lanzan silbatinas al conductor y a los inspectores, que con su chaleco naranja prefieren pasar desapercibidos antes que provocar la ira del respetable vuelto masa...

Imposible evadir el sudor ajeno. El calorón irradia al moverse el personal que arrastra los pies: sha-sha-sha…

—Nalga con nalga, panza con panza, y el pinchi tren no avanza —corean los desmadrosillos. Y hasta simulan dirigir el coro con invisible batuta.

—Venga, banda: una mentada para el policía, con mucho cariño y ni cómo negarse si el uniformado concentra en este momento ese oscuro objeto del deseo llamado “desquite”.

Y la obediente turba descarga en el uniformado, con tono festivo y muchas ganas de soltar vapor para aligerar la espera del convoy, todas las afrentas y humillaciones durante el día recibidas. Los policías prefieren replegarse antes que se arrojados a las vías: el mostro de chingatal de cabezas impone y echa relajo, se apacigua hasta que otro anónimo usuario incita a la cábula y al cotorreo…

—El que no brinque es pu-to, el que no brinque es pu-to…

Cientos de cabezas obedecen para matar el aburrimiento que se cuece a cerca de 40 grados centígrados. No cesa el arribo al andén de usuarios provenientes de otras líneas, que se ve, se siente: el Metro insuficiente, ¿y así quieres llegar a la Grande, Sheinbaum?, profiere alguien y la intensa rechifla no se hace esperar. Si ahorita fueran las elecciones, ¿por quién votarías?


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Emiliano Pérez Cruz
  • Emiliano Pérez Cruz
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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