Haya destruido o no el uranio enriquecido de Irán, Trump demostró al mundo que tiene un arsenal que quiere, desea, ansía usarlo.
¿Por qué no lo ha usado más? Porque necesita acopiar motivos y aliados, porque argumentos cree tenerlos todos. En cualquier momento usará a su ejército contra el grupo, población o nación que quiera, ya lo hizo una vez y aún no cumple ni seis meses en el poder.
Con respecto a México Trump ha dejado muy claros sus motivos para elevar la presión: producción y tráfico de fentanilo, frontera porosa a la migración ilegal y una balanza comercial desfavorable para la Unión Americana impulsada –lo acusan así– por trampas para exportar acero, aluminio y miles de artículos de manufactura chinos al mercado estadounidense, pero con etiqueta mexicana.
La fiscal estadounidense Pam Bondi lo dejó muy claro al poner a México en el mismo costal que Rusia, China e Irán, en el casillero de los principales adversarios mundiales de EU.
A esto se suman las acusaciones directísimas – y que no han sido retiradas desde marzo pasado– de parte del gobierno estadounidense en contra del régimen mexicano al que acusa de estar aliado con cárteles de la droga.
Ningún otro presidente de México había estado tan presionado por Estados Unidos como la actual Claudia Sheinbaum.
La administración Trump ha dejado en claro que no quedó satisfecha con la entrega –que no deportación– de 29 capos que le hizo en ofrenda el gobierno obradorista de México. Eso fue solo una botanita.
Nunca en la historia moderna Estados Unidos había militarizado su frontera sur como ahora ante el silencio de Palacio Nacional que todos los días habla, pero no dice nada al respecto.
Nunca en los últimos 70 años México había tenido tantos frentes abiertos ni tan candentes como ahora con Estados Unidos: la presión es diplomática, policial, judicial, militar, energética, comercial, fiscal, migratoria, sanitaria, mediática, política y territorial.
El conflicto escalará si la presidenta se aferra a interponerse entre personas evidente y flagrantemente vinculadas con prácticas irregulares que persigue la administración trumpista. La mira, lo dijimos antes, la tiene al sur de la frontera común.