Política

La industria del odio

El reciente atentado en contra del ex presidente Donald Trump es un hecho de análisis que tiene interminables interpretaciones. Que si fue montado, que si falló el Servicio Secreto, que si fueron los Demócratas, que si fueron los propios Republicanos. Al final, como en todos los magnicidios o intentos de, será muy difícil saber qué sucedió, sobre todo cuando el tirador está muerto.

Si bien todas estas interpretaciones pueden y deben aportar sus respectivas lecciones a quienes en ellas estén interesados, para mí existe una que está en el corazón de la sociedad global actual, algo que yo llamo la industria del odio. Vivimos en una era donde hacer a la gente odiar vende, y vende mucho. Junto con el amor, que ha sido fuente de utilidades durante siglos, el odio es la emoción más rentable. Este fenómeno no es nuevo, pero su magnitud y alcance se han amplificado en la era digital.

En el ámbito político, el odio ha demostrado ser una herramienta eficaz para movilizar a las masas. A través de las redes sociales, un medio construido tanto para amar como para odiar, el odio se ha convertido en fuente de polarización. Esta polarización, a su vez, se ha transformado en el origen de triunfos y derrotas electorales. Los líderes que dominan esta dinámica han encontrado en el odio una forma de consolidar su poder, explotando las divisiones y alimentando resentimientos para ganar votos y apoyo.

Los algoritmos de las redes sociales juegan un papel crucial en esta maquinaria. Están diseñados para maximizar el tiempo de permanencia de los usuarios en la plataforma, y una forma efectiva de lograrlo es a través de la amplificación del odio. Quien ya odia, odia más. Es en este punto donde se les pueden enviar imágenes, frases, noticias que alimenten ese odio, convirtiendo esas emociones en decisiones y esas decisiones productos publicitarios que se pueden vender. Así, el odio no sólo polariza, sino que también se convierte en un lucrativo negocio para todos quienes lo dominan.

Donald Trump es precisamente uno de los maestros de esa industria y, más allá de que podamos estar o no de acuerdo con sus políticas, estuvo a punto de ser víctima de sus propias formas. Este atentado es una señal de advertencia y repito: para quienes están en la industria del odio a nivel global, ojalá la lección sea que el día menos pensado les puede tocar a ellos.

La conclusión es clara: mientras el odio siga siendo una mercancía rentable, su propagación continuará. Es tarea urgente pensar cómo puede dejar de ser atractivo, no sólo en la política, sino en campos que ya también domina como el de los movimientos sociales. El no hacerlo, inevitablemente nos llevará otra vez a ese 13 de julio donde una bala falló por milímetros. Es la reflexión fatal de tu Sala de Consejo semanal.


Google news logo
Síguenos en
Arnulfo Valdivia Machuca
  • Arnulfo Valdivia Machuca
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.