La ola de calor que azota a múltiples regiones es una señal de alerta. El cuerpo humano enfrenta un enemigo silencioso capaz de desencadenar consecuencias graves, incluso mortales. ¿No lo cree? Recuerde este dato: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 1998 y 2017 más de 166 mil personas murieron por olas de calor, por eso hay que entender y aprender a protegerse y esto, más que una opción, se ha convertido en una necesidad vital.
En días recientes, el calor ha estado pegando con todo a todos. El cuerpo lucha por mantener su temperatura ideal y, cuando falla, aparecen dos amenazas: el golpe de calor y la insolación. No, no son lo mismo: la insolación surge tras una exposición prolongada al sol, provocando deshidratación, mareos y calambres; el golpe de calor es más peligroso y ocurre cuando el organismo colapsa y no puede enfriarse, incluso sin estar expuesto al abrazo del temible astro rey y se manifiesta con síntomas como fiebre superior a 39°C, confusión o piel seca.
¿Cómo evitar llegar a este punto? Todos lo sabemos, hay que hidratarse. Beber agua cada 20-30 minutos, incluso sin sed, es clave, solo recuerde que las bebidas azucaradas, el alcohol o el café aceleran la pérdida de líquidos; además, el consumo de frutas como la sandía, el melón o el pepino es una medida estratégica. ¿Por qué? Solo piense que comer un plato de pepino equivale a beber medio vaso de agua, pero con vitaminas extras.
La ropa también es crucial. Las telas sintéticas ajustadas atrapan el calor, mientras que las prendas holgadas de algodón o lino permiten la circulación del aire. Los colores claros reflejan la luz solar, a diferencia de los tonos oscuros que absorben energía. Se vale usar sombreros de ala ancha o pañuelos humedecidos.
Recuerde además que entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde, los rayos ultravioleta alcanzan su máxima intensidad, así que planificar actividades al aire libre fuera de este horario reduce riesgos. Por eso la recomendación para quienes trabajan bajo el sol, como agricultores o repartidores, es hacer pausas cada 30 minutos en lugares frescos. ¿Un buen truco? un paño húmedo en la nuca baja la temperatura corporal en minutos.
Pero el calor no solo afecta a quienes están en la calle. En casa, la falta de ventilación y el uso excesivo de electrodomésticos pueden elevar la sensación térmica. Abrir ventanas durante la noche y cerrarlas de día, junto con ventiladores estratégicos, mantiene el aire circulando. Las cortinas gruesas bloquean hasta el 70 por ciento del calor exterior, según estudios de eficiencia energética.
Los niños y adultos mayores son los más vulnerables. Su capacidad para regular la temperatura es menor, y en muchos casos no expresan síntomas a tiempo. Por eso, en guarderías y hogares de ancianos, los protocolos deben incluir chequeos constantes de hidratación y sombra. Un indicador útil es el color de la orina: si es oscura, el cuerpo ya está en déficit de líquidos.
¿Y si los síntomas aparecen? Actuar rápido marca la diferencia. Mover a la persona a un lugar fresco, aplicar compresas frías en axilas e ingles, y ofrecer sorbos de agua con electrolitos son primeros auxilios básicos. Jamás se debe administrar medicamentos sin supervisión médica: un analgésico mal usado podría empeorar la deshidratación.
Las ciudades tienen su parte en esta batalla. Las “islas de calor urbanas”, causadas por el exceso de cemento y la falta de áreas verdes, elevan las temperaturas locales hasta 5°C más que en zonas rurales. Iniciativas como techos verdes, corredores de árboles y fuentes públicas no solo embellecen, sino que salvan vidas.
El deporte y el ocio también exigen adaptarse. Maratones o partidos de fútbol en horas pico son una bomba de tiempo. Atletas profesionales entrenan al amanecer o usando chalecos refrigerantes. Para el ciudadano común, sustituir el gimnasio por una piscina o un espacio con aire acondicionado es una opción segura.
La tecnología ofrece herramientas innovadoras. Aplicaciones como Clima Salud (desarrollada por la OMS) alertan sobre niveles de riesgo según la ubicación y sugieren medidas personalizadas. Pulseras inteligentes monitorean la hidratación, y hasta existen prendas con tejidos que absorben el sudor y liberan frescura.
Recuerde, ninguna herramienta sustituye la conciencia colectiva. Compartir información en redes sociales, ofrecer agua a personas en situación de calle o exigir políticas públicas son acciones que construyen comunidades resilientes.
El calor extremo es un desafío y adaptarse no significa rendirse, sino evolucionar. Pequeños cambios tienen un impacto acumulativo.
Es cierto, “el mejor tratamiento es el que nunca llega a necesitarse”. _