La última vez que los Pumas levantaron un título, el mundo era un lugar muy distinto. Todavía había Blockbuster en las esquinas y podías rentar una película sin que te miraran raro. Era 2011.
Obama mandaba en Estados Unidos, Calderón en México y todavía no nos terminaba de caer el veinte de que eso de la guerra contra el narco iba en serio y para largo.
La gente apenas comenzaba a cambiar su Nokia por un Blackberry. ¿Iphone? Para pocos. ¿WhatsApp? Apenas si era un juguetito raro que usaban los que tenían saldo suficiente. Instagram era una app para ponerle filtros horrendos a tus fotos y pensar que eras artista.

Todavía no vivíamos encadenados a las redes sociales. Todavía platicábamos viendo a los ojos y todavía nos reíamos sin necesidad de un meme.
La gente pedía taxis a un número telefónico y se subía esperando no ser asaltada en el camino. Uber no existía, ni la cultura de cancelar tampoco.
En el futbol, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo ya hacían de las suyas, pero todavía eran jóvenes. Todavía no nos enfadaban sus fans. Guardiola brillaba con un Barcelona que jugaba como Dios manda y aquí en México pensábamos que Ricardo Ferretti podía dirigir a la selección nacional por los siglos de los siglos.

En la música, Adele lloraba a grito pelado con “Rolling in the Deep” y Lady Gaga salía de un huevo en los Grammy. No había TikTok para que todo mundo se creyera cantante, actor y filósofo de quinta.
Cuando Pumas ganó su séptimo título, Netflix no era dueño de nuestras vidas. La gente salía a caminar al parque sin pensar en publicar 28 historias para probarlo. La esperanza todavía se sentía en el aire. Como esa vibra bonita antes de que todo se empezara a ir al carajo.
Ese equipo universitario, hecho de jóvenes, de hambre y de orgullo, le ganó a Morelia y le ganó a todos los que pensaban que el dinero siempre compra campeonatos. Lo hicieron corriendo más, creyendo más y metiendo la pierna como si la vida les fuera en ello.
Hoy el mundo se ve viejo, apresurado y cansado (como nosotros). Y Pumas, también. Pero en algún rincón de la memoria, todavía arde esa tarde de 2011 donde todo parecía posible. Donde ser campeón era cuestión de ganas y no de quién tenía más patrocinadores en la camiseta.

FCM