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Folclor lagunero: entre cantos, fibras y danzas que se suscriben a una tierra desecada

El folclor lagunero trasciende el canto cardenche: se teje en la mezcla de culturas, la adaptación al desierto y la memoria de sus habitantes.

En la Comarca Lagunera  los signos identitarios se cantan a cappella a la orilla del río mientras se bebe sotol. Y también se saborean al sacar el disco para guisar una comilona al concluir la jornada en el campo. Agua y vida apacible daban escenario a esas postales donde el lagunero sembraba la tierra, hoy ocupada por fraccionamientos amurallados.

No obstante, para el etnólogo Miguel Ángel Ciprés Guerrero, el folclor lagunero no inicia ni acaba con el canto cardenche, porque para entender a los laguneros se les debe ubicar en el Torreón del presente, ciudad eje de la décima zona metropolitana más poblada de México.

Torreón justo cumplirá oficialmente 118 años de existencia, y se dice que ha roto con las tradiciones de las ciudades coloniales pues desde su origen se ajustó a un periodo de cambios ejecutados a marchas forzadas: a escala global, a la revolución industrial, pero también como escenario fundamental para la Revolución Mexicana.

Por su parte La Laguna es una región que conforman dos estados norteños unidos por el Bolsón de Mapimí. Así, Durango y Coahuila, con 10 y 5 municipios respectivamente, están profundamente vinculados desde el pasado, justo por el correr del agua del río que desconocía fronteras geográficas, pero hoy se encuentra represado.

En el pasado los habitantes reconocían que los unían un sistema de 13 lagunas, de ahí el nombre de la región, entre las cuales destacan las lagunas de Mayrán y Viesca, paradójicamente desecadas ante la explotación que ejerce la agroindustria en la zona.

“Llevo año y medio haciendo trabajo de campo, etnografía en La Laguna, y pienso que su folclor va más allá incluso que el canto cardenche. Porque el cardenche es un ícono de la región lagunera, pero pienso que el folclor se puede entender a partir de un cruce, de una hibridez temporal cultural muy específica. La ciudad de Torreón tiene poco más de cien años, no es una ciudad colonial y ahí hay una especie de ruptura al compararla con ciudades como Durango, Saltillo o Parras. Es una ciudad que todo el tiempo está en constante cambio porque surge en un periodo de crisis pero también dentro de un periodo muy interesante de modernización y de modernidad”, apuntó Ciprés Guerrero.

El etnólogo se concentra en los conceptos pues no es lo mismo modernización y modernidad. El primero surge de procesos agresivos al aplicar estrategias tecnológicas, en tanto que la modernidad es un ethos, es decir, un conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o identidad de una persona o comunidad.

“La modernización fue un proceso incluso violento, de acelerar el tiempo, de llevar a cabo ciertas estrategias tecnológicas en pro del progreso, y la modernidad es un ethos que no siempre es sinónimo de modernización, sin embargo, más que el folclor, lo que implica el ethos o la esencia lagunera, tiene que ver con el cambio. Es una sociedad que todo el tiempo se está adaptando y que ha coexistido durante muchos años en el desierto”.

Miguel Ángel Ciprés afirma que antes de llegar a Torreón para dirigir el Museo Regional de La Laguna (MUREL), no conocía el eslogan empresarial “Vencimos al desierto”, al que califica como erróneo porque la presencia humana puede desaparecer pero el desierto prevalecerá. Además, este ha facilitado a través de sus recursos la vida de quienes lo habitan.

Folclor lagunero: identidad, modernidad y raíces en el desierto
Miguel Ángel Ciprés. (Roberto Amaya)
“Se habla de la era del antropoceno, donde el hombre se apropia de los recursos, de los medios, pero eso surge desde que surgió la humanidad, siempre ha habido antropoceno. Más bien a mí me gusta mucho cómo piensa Donna Haraway, y habla más bien del chthuluceno, un concepto muy de ella, o también otro concepto que me parece pertinente para estos tiempos es el del capitaloceno, donde el centro ya no es como tal humano, sino el capital”.

Al establecer que el folclor puede caer en tintes de exotismo, el etnólogo explicó que el ser lagunero tiene que ver directamente con el cambio y con una adaptabilidad única. Por otra parte, los signos identitarios que se utilizaron en generaciones anteriores como el llavero de paca de algodón o las ferias dedicadas a los cultivos rectores como el propio algodón, la uva, el melón y la sandía, son desconocidos por los jóvenes laguneros.

“Sería muy arbitrario decir que la ciudad es muy nueva porque tiene poco más de cien años. Sí, la ciudad es nueva en comparación con ciudades que tienen 500 años, pero los 5 siglos de la Ciudad de México o Tlaxcala no son nada comparados con China que tiene 5 mil años. Pero es cierto que hace falta quizá algún símbolo de identidad y yo pienso que lo tienen aquí y es el desierto”.

Otro elemento que considera peligroso es el remitir a la pintura rupestre porque se remonta la mirada a miles de años atrás. Pero en términos de iconografía, podría utilizarse como se realiza en el centro y sur del país con México-Tenochtitlán, que es parte de un pasado compartido. Aunque la población sufre de confusiones porque no se piensa en mayas contemporáneos. Y menos aún, que residen en La Laguna.

“Se olvida a veces que aquí hay tzotziles y tzeltales que son mayas. Para La Laguna no sólo es el canto cardenche sino una buena mezcla de saberes que convergen aquí. Yo he escuchado que se habla mucho de las etnias: la libanesa, china, francesa. La etnia tiene que ver con gente, con pueblo, no es sinónimo de indígena en el sentido semántico; en el sentido etimológico puede ser lo mismo porque un indígena es un nativo.
“En el sentido semántico contemporáneo, etnia, al menos como se usa aquí, tiene que ver con etnias hegemónicas, no se piensa en una etnia tzotzil o tzeltal y estoy seguro de que mucha gente no sabe que hay mayas aquí. El más evidente es el rarámuri, además de que es una sociedad grande que se desplaza mucho y tienen años en La Laguna, al menos 50 años, y muchos de los niños nacieron en esta región. Ellos también son laguneros”.

Ciprés Guerrero añadió que en La Laguna también hay nahuas distribuidos en todo Torreón, y que su presencia se registra con la llegada de los tlaxcaltecas. Además, existe presencia de tepehuanes.

Así, Torreón sobrevive al caos que genera el constante cambio en medio de fincas en ruinas que evidencian el paso del tiempo, las crisis identitarias y la gentrificación de una ciudad que, para honrar en una fiesta pagana a la madre morena, cierra vialidades y lidia con las peregrinaciones y danzantes que caminan, cantan y bailan sobre la avenida Benito Juárez con rumbo hacia la iglesia de Guadalupe, en el corazón del centro histórico.

Torreón visto desde los ojos de una escritora

Para hablar del folclor en La Laguna, la escritora Ruth Castro dijo que se debe estar conscientes de la historia y que, si bien Torreón podría ser una ciudad adolescente, a la élite le gusta recordar el flujo migratorio extranjero, lo que dejó, por ejemplo, una variedad culinaria multinacional, pero que a su vez invisibiliza al migrante nacional. Al fin de cuentas, refirió, la ciudad no tiene una historia colonial. Pero sí tiene mucho que contar justo porque ha sido muy distinta a otras.

“Yo recuerdo que cuando era niña los festejos eran el presentar a los grupos étnicos de Torreón, y entonces eran todos estos bailables de los extranjeros, de gente de otros países que había llegado y, si bien es cierto, esa visión también hace a un lado otra parte del folclor que viene de la cultura popular, que viene de otros lados.
“Junto con esos extranjeros llegó muchísima gente de los alrededores, sobre todo zacatecanos y duranguenses que ya tenían siglos de historia, por lo cuales se dio ese sincretismo del que habla la antropología y que significa que las tradiciones que traes de otros lados y que son más antiguas, se mezclan con el mundo actual o las culturas que se van encontrando y se hace una fusión de ellas, es decir, las tradiciones jamás se mantienen puras y podríamos hablar de muchas cosas como la comida, pero también tradiciones como las danzas de los matlachines y todos los cambios que han tenido en sus trajes y ahora en las peregrinaciones hasta tenemos a la danza azteca”.

Para la escritora una parte fundamental es identificar justamente el sincretismo porque las mezclas no son buenas o malas, sencillamente ocurren. Y por otro lado, mencionó que lo que se ha ido rescatando a cuentagotas es la historia biocultural de la zona desértica, repensando si es verdad que se ha vencido al desierto, o si la población ha tenido que adecuarse a él.

Los escritores Vicente Alfonso e Ileana Olmedo serán los encargado de llevar a cabo el evento.
Ruth Castro. | Manuel Guadarrama
“Se reconoce ahora a la flora y la fauna, porque como entes vivos, ellos han estado muchísimo tiempo aquí y, si nos vamos siglos para atrás, reconocemos a esos grupos nómadas que no conocemos tanto y que a lo mejor no tenemos tanta tradición, pero que ha sido un trabajo histórico muy lindo, como imaginarlo e imaginar que esta tierra que decidimos habitar estuvo habitada por otras personas y cómo cuidaban esos recursos.
“Yo hice un trabajo sobre el sotol, no sólo sobre la bebida sino de la planta en general y me gusta abordar desde diferentes disciplinas como la antropología, la historia, la etnografía, pero también desde las culturas populares, cómo se usó y aprovechó esa planta en diferentes épocas y cómo se conserva aún el tejido de las fibras de esta planta, por ejemplo entre los grupos rarámuris, que todavía podemos adquirir en la cestería que venden y que es parte de ese folclor”.

La escritora también destacó su uso como bebida alcohólica que surgió tras la conquista española cuando los nativos conocieron los alambiques y pudieron destilar la planta, tradición que acotó, se mantiene en producciones pequeñas en áreas rurales, que forma parte del consumo de los habitantes laguneros, pero que también está ligada a remedios caseros al mezclarla con otras plantas para mitigar dolores, mejorar el funcionamiento de las articulaciones, entre otros remedios que se mantienen en uso.

Para Ruth Castro, una de las claves para entender el folclor, que se sigue renovando y actualizando al tomarlo como parte de la identidad, pueden ser por sí mismas las plantas del desierto. No así los cultivos rectores que han desaparecido para dar paso a la siembra de sorgo y otros forrajes.

“Hay cultivos extintos que ya no nos dicen nada. Yo pensaba en qué cosas podrían ser un souvenir de La Laguna y me acuerdo de que cuando estaba niña me llevaban al mercado y compraban llaveros de paquitas de algodón, y ya entonces ni existía eso ni entendía muy bien el porqué una paquita de algodón.
“Pero finalmente el folclor es un conjunto de costumbres, creencias y artesanías, y también canciones de carácter tradicional y popular, pero es importante entender que nunca se mantienen puras. Cada generación las va actualizando, haciendo sincretismo con ellas y ahora tenemos, por ejemplo, una comunidad joven que sí está interesada en esas plantas, en sus productos, como en el caso de la bebida del sotol y que hasta nombra las cosas o los lugares, los negocios o proyectos como una planta, noa o mezquite, buscando evidenciar nuestra flora y fauna, que está en el imaginario y que seguimos buscando para tomarlas como nuestras”.

emi

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Lilia Ovalle
  • Lilia Ovalle
  • Socióloga por la Universidad Autónoma de Coahuila. Periodista desde el año 1999.
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