Alfredo Castañeda es agricultor del ejido Santa Elena, le daba el último retoque a su parcela brindarle también el último riego de auxilio y después sacar la cosecha de maíz, sandía, calabaza, melón y nogales.
El maíz, él lo desgrana manualmente y le quedan las hojas de las mazorcas; esas las guarda en arpilleras y costales y las vende en temporadas decembrina, organiza bien todos sus productos derivados de su cosecha.
También siembra calabazas de castilla, son de las redondas, grandes, cuando están maduras son de color amarillento, las utiliza para realizar los tradicionales dulces de calabaza y comercializar algunas, ya que tiene buena cosecha de ellas para este ciclo agrícola.
Sus sandías casi están listas, se ven de buen tamaño y comenta que están muy dulces y jugosas. Dice que la tierra lo mantiene vivo y alejado de la ciudad, disfruta su tiempo en su parcela. Antes era chofer, pero llegó la pandemia, y mejor se refugió en el campo, en la naturaleza, lejos de todo.
“La tierra nunca se queda con nada, todo nos regresa, Incluso, nos da a ganar un pesito, no mucho, pero siempre nos da a ganar, tengo 42 años con mi parcela y nunca me ha dejado de dar, si no me diera nada ya la hubiera dejado que se hiciera monte”...
Les dice a sus compañeros campesinos, que no vendan, que le echen ganas, que siembren, y si no pueden, que la renten, pero que no la vendan, porque es un patrimonio familiar. Que no hay necesidad que no se pueda cubrir, y si se trabaja, todo sale bien en la vida.
EGO