Cultura

Cajas | Por Ana García Bergua

Husos y costumbres | Nuestras columnistas

Todas las esperanzas del mundo caben en cajas... ¿Será por eso que nos fascina recibirlas?

Cajas de mudanzas, cajas de libros, las cajas donde quedarán nuestras cenizas alguna vez, la vida y la muerte están llenas de cajas. Veo las cajas que han invadido la habitación donde trabajo y duermo: el gato se ha apropiado de una de ellas y la convirtió en su refugio; sé que en unos días la cambiará por otra distinta, llevado por los olores y las visiones misteriosas que rigen el mundo de los gatos.

Mientras, yo pienso en que debo deshacerme de tantas cajas y a la vez me gusta mirar la lisura del cartón: en el entresueño, sintiendo las sábanas, fantaseaba con la idea de despertar en la calle, entre bultos y cobijas de periódicos, a la merced de transeúntes apurados y el ruido de los motores, pero acariciando el suave cartón que sostendría mi sueño. Cajas como camas, sábanas de cartón. Un sueño de princesa y mendiga acartonada. A mi pesar vivo rodeada de cajas, cajas de libros, pero si dejaran de llegar me entristecería como cuando se acaban la vida y las promesas.

Las cajas que trae la mensajería son infinitas hasta que las abro y recuerdo los encargos que yo misma hice o los que quedaron de mandarme; eso provoca siempre una rara desilusión, el fin de la sorpresa. Por eso Buñuel en sus películas retrataba cajitas misteriosas que no se abrían nunca; a fin de cuentas, la caja cerrada siempre parece contener algo más de lo que guardamos en ella, pues resguarda su misterio.

Cajas decoradas, olorosas a maderas perfumadas, cajas de joyas, de semillas, cajas de chocolates con sus papeles brillantes como cofres de tesoros. En las películas de terror las cajas contienen siempre cosas siniestras; en el drama son receptáculo de cartas y promesas ignoradas de las que brotan los conflictos. En la serie de Los locos Addams, la mano Dedos vivía en una caja como un ready-made surrealista. Una caja guarda por fuerza algo valioso, necesario o intrigante; nadie dice caja, sino bolsa de basura y los cuerpos que se guardan en bolsas pierden su dignidad.

Quizá los logros de nuestra civilización son la rueda y la caja, una versión refinada de la madriguera. Pandora abrió la caja que contenía todos los males del mundo, aunque leo que aquello no era una caja, sino una ánfora o un cuenco. Será que la caja se inventó pensando en el resguardo de las ollas: por eso las cajas despiertan apetitos y deseos. Y nuestras vidas se guardan en cajas que son casas y edificios o se representan en teatros como cajas.

Quizá en el futuro lo plano de las pantallas infinitas sustituirá al espacio de la caja, pero aún falta mucho para eso: a fin de cuentas, a nuestro corazón lo contiene una caja y el cráneo es otra que guarda nuestras ideas; por eso los sesos tienen tapa.

AQ

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Ana García Bergua
  • Ana García Bergua
  • Autora de novela, cuento y crónica. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2013 por La bomba de San José y Premio Nacional de Narrativa Colima 2016 por La tormenta hindú. Recientemente publicó Leer en los aviones y Waikikí, junto con Alfredo Núñez Lanz.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.notivox.com.mx/cultura/laberinto
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