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Guantes de Grandes Ligas… "ponchados" por el covid-19

Panorama incierto. La pandemia y el hecho de que el futbol superara en popularidad al beisbol en NL lastraron la fabricación de los Guantes Joga.

Cuando don Joaquín relata las épocas de bonanza en su taller, en las que llegaron a laborar hasta 40 personas, es muy difícil imaginarlas.

La pandemia y el hecho de que el futbol superara en popularidad al beisbol, lastraron la fabricación de los Guantes Joga.

La primera señal de que las cosas no marchan bien es el anuncio con el que el taller recibe a los posibles clientes, resaltando que cualquiera que busque comprar un guante de beisbol deberá comunicarse y hacer un pedido por teléfono, pues el lugar está cerrado.

José Edmundo García atiende el llamado al taller y rápidamente señala la pandemia como la responsable de que el lugar esté desierto, pues apenas hace tres semanas reiniciaron actividades.

“En los primeros 15 días de pandemia, vendimos un solo guante, tuvimos que cerrar, no era culpa de nosotros”, explica.

Justo detrás de Edmundo, uno de los cuatro trabajadores de 15 que sobrevivieron los recortes por la pandemia, aparece doña María, quien se alista para fabricar los cuatro guantes que deberán estar listos al final del día.

El lugar se observa descuidado, con guantes y material regados por doquier. Edmundo avisa a María que no tardará mucho en tener untados de pegamento unos pedazos de piel para que ella pueda continuar el proceso artesanal.

“Es la parte que va en la palma, las ponemos bien resistentes”, dice Edmundo, al tiempo que llega don Joaquín y abre su oficina, donde se dispone a contar la historia y actualidad de Guantes Joga.

En el año de 1976, don Joaquín trabajó en un taller de guantes de beisbol, ubicado en Monterrey, con uno de sus amigos, donde laboraban personas de San Luis Potosí, México y Aguascalientes.

Luego de problemas en la familia de su socio, los mismos trabajadores le propusieron que abriera su propio taller, dado que conocía perfectamente el negocio. Sin pensarlo mucho, don Joaquín se animó a hacerlo, pero decidió que no fuera en la ciudad, sino en Hualahuises.

“En aquel entonces había muchos problemas en Nuevo León, en Monterrey sobre todo, problemas sindicales con la CROC, CTM, que veían un par de personas en la calle y les armaban un contrato colectivo, era un show, entonces les dije que si querían acompañarme y me los traje a Hualahuises, y ellos aceptaron”, recordó.

El negocio marchó bien en una época en la que el denominado Rey de los Deportes realmente reinaba en Nuevo León.

“Todavía no nos superaba el futbol, como ahorita, llegué a tener hasta 38 personas aquí”, explica don Joaquín en su oficina, rodeado de por lo menos 50 tipos de guantes de beisbol, de todos los colores.

La bonanza en el taller fue tal que llegó a fabricar hasta mil guantes por semana, en épocas de los gobernadores Jorge Treviño y Pedro Zorrilla, según recuerda.

El auge permitió que un par de Guantes Joga fueran utilizados por un icono del deporte, como fue Fernando Valenzuela, hecho que les dio gran popularidad.

“Fernando Valenzuela, en su época, allá por el 82, inauguró una liga en Houston. Me tocó la suerte que había unas gentes que estaban integrando esa liga, le mandé un guante personalizado y otro para que jugara, salió él en la tele con el guante”, recordó.

Otra figura de la talla de Ramiro Peña, quien alcanzó a jugar en equipos como los Yankees de Nueva York y los Padres de San Diego, además de Los Sultanes, también llegaron a usar Guantes Joga, de acuerdo con don Joaquín.

Pero la gran época del negocio, en la que asegura que exportaban a toda la República e incluso a países como Cuba, Estados Unidos y la antigua Yugoslavia, se terminó.

Don Joaquín enumera durante su relato muchas razones para las bajas ventas. Algunas razones crónicas como la preferencia por el futbol en la ciudad, además de algunas más contemporáneas como el covid-19 e incluso la buena calidad de sus guantes, que garantizan que quien compre un guante, lo conserve en buenas condiciones por hasta 20 años.

“Tienen mucha durabilidad, porque son 100 por ciento de piel, no manejamos sintéticos, muy a la mexicana, muy artesanal. Este guante dura 20 años, esa es una de las causas por las cuales no vendo tanto”, expresa.

Antes de que la pandemia provocara el cierre de Guantes Joga, en marzo de 2020, trabajaban unas 15 personas en el taller de don Joaquín. Actualmente solo con seis, incluyéndolo a él y su hija. En las últimas tres semanas apenas se han fabricado unas 120 unidades.

“Aquí no había nada, estaba totalmente cerrado, nosotros vendemos a toda la República, inclusive estuvimos tratando de cerrar un negocio con Cuba, un pedido bueno de 2 mil guantes, pero desgraciadamente la pandemia les llegó, y se quedó en espera”, contó.

Aunque las circunstancias parecen desfavorecedoras, don Joaquín parece atisbar un resurgimiento del beisbol en la ciudad y el país; uno que, según cuenta, ve impulsado por el presidente Andrés Manuel López Obrador y su gusto por el deporte.

Para poner de su parte, a finales de 2019, don Joaquín comenzó a fabricar guantes con pieles de colores varios, que incluyen tonos camuflados y fosforescentes, algo que ha permitido volverlos más novedosos y solicitados.

Sin embargo, en este día, en el taller sigue sonando solamente una máquina de coser y un martillo, la de doña María y el de don Edmundo. 

Pasado

El negocio marchó bien en una época en la que el denominado Rey de los Deportes realmente reinaba en Nuevo León.

La bonanza en el taller fue tal que llegó a fabricar hasta mil guantes por semana, en épocas de los gobernadores Jorge Treviño y Pedro Zorrilla, según recuerda.

El auge permitió que un par de Guantes Joga fueran utilizados por un icono del deporte como fue Fernando Valenzuela, hecho que les dio gran popularidad.

Presente

La primera señal de que las cosas no marchan bien es el anuncio con el que el taller recibe a los posibles clientes, resaltando que cualquiera que busque comprar un guante de beisbol deberá comunicarse y hacer un pedido por teléfono, pues el lugar está cerrado.

Futuro

Don Joaquín comenzó a fabricar guantes con pieles de colores varios, que incluyen tonos camuflados y fosforescentes, algo que ha permitido volverlos más novedosos y solicitados. Sin embargo, en este día, en el taller sigue sonando solamente una máquina de coser y un martillo, los de doña María y el de don Edmundo.

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