Han pasado 29 años del trágico accidente ferroviario que marcó la historia de Tehuacán, hecho que afecto a más de medio centenar de familias que se preparaban para una festividad nacional que terminó en llanto y desgracia.
Fue un 19 de noviembre de 1991 cuando la gente de Tehuacán esperaba celebrar un aniversario más de la Revolución Mexicana; la mancha urbana creció y los accesos a la ciudad, por donde cruzaba la vía férrea, se veían más transitados por personas que vivían en la periferia.
En 1877 cuando se aprobó el paso de la vía de ferrocarril por Tehuacán no se contempló el crecimiento urbano, ni tampoco una trayectoria de los rieles segura.
Eran las 12:30 horas del 19 de noviembre de 1991 y el tren 9130 se acercaba a exceso de velocidad a la ciudad de Tehuacán; sus vagones cargados al tope con soya, sorgo y cemento provocaron que el sistema de frenos fallara, convirtiéndolo en una máquina de terror para toda una ciudad.
A una velocidad aproximada de 180 km/h y cargado con toneladas de granos y cemento, la maquina se convertiría en un mortal ariete que destrozaría todo cuanto tuviese al frente y con un único destino; Tehuacán.
Las vías férreas que venían desde Esperanza, Santiago Miahuatlán y cruzaban por Peñafiel tenían una vuelta peligrosa a la altura de la primaria Benavente, donde la vía cambiaba de dirección para incorporarse a lo que hoy se conoce como Boulevard Héroes de Nacozari.
La locomotora se aproximaba con velocidad a este punto peligroso sin que nada que la detuviese, dejando a su paso una estela de polvo y destrucción, causado por la fuerte corriente de aire que provocaba debido a su gran velocidad, aventando con violencia a varias personas que circulaban cerca de ese paso, ocasionando en algunas la trágica muerte.
Fue en este punto ya mencionado donde al virar de manera violenta en dirección a la ciudad, el tren 9130 volcaría toda su carga en dirección sur de la ciudad, destruyendo todo cuanto tuviera a su paso.
Eran las 12:45 horas y el tren se descarriló con tal fuerza que se convirtió en una máquina de caos, destruyendo casas, vehículos y familias.
A pesar de que no había certeza de lo sucedido, el temor estaba presente en las personas que horrorizadas veían el caos de un accidente, sin saber el verdadero alcance de esta tragedia. Servicios de emergencia actuaron con prontitud y ciudadanos dispuestos a ayudar en medio de la tragedia, se ofrecían para levantar escombros y socorrer a quien necesitase ayuda.
Soldados del 24to. Regimiento con base en Tehuacán llegaron a bordo de sus unidades con equipo de rescate y herramientas para despejar la zona; algunos otros militares con bolsas de plástico recogían restos de personas cercenadas por los fierros de la locomotora.
Padres de familia que se habían enterado del suceso, llegaron al lugar de la tragedia en busca de sus hijos quienes habían acudido a sus escuelas.
Caía la noche y la unión de los tehuacaneros se veía presente en cientos de personas que se acercaban a ayudar en esa zona de destrucción; autoridades estatales y federales acudieron al lugar de los hechos y los micrófonos nacionales pronunciaba el nombre de Tehuacán con un tono de tristeza, mientras los reflectores alumbraban un panorama lóbrego y las imágenes de desgracia circulaban en todo el país.
Han pasado 29 años y estas imágenes siguen presentes en el corazón de Tehuacán, donde 32 personas fallecieron, más de 20 resultaron heridas y varias más perdieron su patrimonio en cuestión de minutos. Esta es parte de nuestra historia que no se podrá olvidar.
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