Siempre he admirado a los colombianos. Desde que conocí a varios en mi carrera y maestría en el extranjero, me llamó la atención su patriotismo, cultura política y compromiso por participar en la vida pública de su país. Todos ellos, que terminaron siendo grandes amigos, crecieron en una Colombia violenta, sumida en el narcotráfico, la guerrilla y vivieron de cerca secuestros y muerte. Todo esto los marcó profundamente, tocaron fondo y eso los llevó como país a transformarse. Dejaron atrás los momentos más duros vividos en los años ochenta y noventa para vivir años de paz y orden.
Parece que les duró poco. Este sábado nos estremecimos con la noticia del atentado contra el candidato presidencial Miguel Uribe. Nada es casualidad, iba en un taxi justo con unos amigos colombianos cuando recibieron la noticia de primera mano del terrible suceso. Se me encogió el estómago y lo primero que pensé fue en todos sus años de lucha y sufrimiento. Me vinieron pensamientos de negación, de incredulidad, por el regreso de esos tiempos, donde candidatos, políticos y gente inocente moría en manos de las FARC o narcotráfico. No se diga la impotencia que presencié en mis amigos.
Pensé en Colosio, de donde estaba a mis 15 años cuando recibí esa noticia que nos dolió a todo México. Pensé en nuestros países que nos toca vivir esto; que pareciera que en vez de avanzar, estamos retrocediendo. Pensé en los apenas 39 años de Uribe, en su esposa, hijo y lo que representa; una nueva generación de gente decente que decide entrarle a la política, a pesar de todo. Y a todo me refiero que él ya había experimentado el dolor que viven tantas familias víctimas de la violencia. Su madre, Diana Turbay, fue una periodista secuestrada en los noventa y asesinada en su supuesta liberación, historia contada por Gabriel García Márquez en su libro Noticia de un secuestro.
El atentado nos hizo recordar las peores épocas de Colombia y llega en un momento de polarización política, donde hay un pesimismo generalizado y baja aprobación sobre la gestión del presidente Gustavo Petro. Pero sobre todo llega a poner sobre un hilo la promesa que representa Uribe como oposición. Atentaron contra la esperanza, con lo más valioso que tiene un país.