Los constituyentes de 1917 tuvieron la claridad que una revolución fue el último recurso para hacer cambios en el rumbo de México, después de treinta años de dictadura y de fingir que se hacían elecciones democráticas cuando éstas estaban bajo estricto control del poder ejecutivo.
Uno de los agravantes del conflicto armado lo fue sin duda el alto índice de analfabetismo que padecía el país, lo que se reflejaba en una explotación laboral atroz de campesinos y obreros quienes fueron el grueso de los hombres y mujeres que se metieron “a la bola”.
No obstante, la mayoría de los líderes que actuaban paralelamente en la política revolucionaria fueron mexicanos que tuvieron oportunidad de recibir educación en distintos niveles desde los que penas sabían leer y escribir hasta los que egresaron de instituciones de educación que podríamos llamar superior en las normales e institutos de ciencias y algunas escuelas libres de leyes, medicina, ingeniería entre otras.
Ideológicamente había liberales republicanos, anarquistas y otros con bases marxistas aunque no se identificaran con ese mote y todos ellos al coincidir en las fuerzas constitucionalistas que conformaron el grupo de los diputados al congreso constituyente determinaron que precisamente el tercer artículo de aquella Constitución fuera el dedicado a normar la educación, el proceso transformador al cual serían sometidos las nuevas generaciones para formar individuos libres de pensar y hacer, apoyados en la ciencia, como recurso para combatir los fanatismos, es decir una mente creadora, solidaria con sus iguales por el bien común.
Así nació la obligatoriedad de la educación pública y aquella epopeya de las misiones culturales; poco a poco fueron formándose a los profesores, los soldados del cambio en la ciudad y el campo y teóricamente se sustentaron en el positivismo luego en otras propuestas de modelos educativos y pedagógicos de avanzada en el mundo.
Toda esa historia se echó por la borda hace seis años cuando pensaron inventar la Escuela Mexicana, un fiasco que se encargó a venezolanos y que solo generalizó una crisis que ya venía pero que se acentuó en extremo.
Sin decirlo abiertamente, el secretario de educación igual de ignorante que las dos anteriores, ha dicho que habrá otra reforma.
¿La harán maestros mexicanos?