Son ejemplos que encabronan y no hay otra forma de decirlo.
Las obras y mega obras costosas, muchas de ellas inservibles, defectuosas, incompletas, elefantes blancos, los viajes de lujo de servidores públicos y familias, ¡vamos!, todos aquellos “lujos”, errores o sobrecostos que terminamos pagando los mexicanos de nuestros impuestos, con cargo al erario.
Corrupción, que nos ahoga desde hace centurias, que está manchada de sangre y no pasa nada.
Administraciones van y vienen; promesas igual.
La impunidad es el sello de la casa: la Estela de Luz, la Casa blanca, la Casa gris, la Línea 12, el Tren Maya, la Estafa Maestra, Odebrecht, Agro-Nitrogenados, Pegasus, Conade y no acabaríamos, más que con el erario.
Impunidad rampante, políticos perseguidos, fugados, algunos, los menos en la cárcel, los menos sentenciados y prácticamente ninguno le ha regresado a los mexicanos ni un solo peso de lo robado u otros nos lo han vuelto a robar.
La justicia no los alcanza, ni los alcanzará, con una autoridad omisa y corrupta.
“Desbandada”
Es la crónica de una muerte anunciada o el largo y penoso camino hacia el morenismo, así nos podríamos referir a lo que vive el PRI.
¿Así lo habrá destinado Carlos Salinas cuando se decidió por Ernesto Zedillo a la muerte de Colosio? o ¿Fue Zedillo al entregar la presidencia a Fox? o ¿Peña Nieto al conformar al que llamó al nuevo PRI en aquella foto con gobernadores que terminaron, presos, prófugos y asesinados?
Aquel brillo de carro completo en todo el país es hoy apenas un efímero esqueleto. El PRI comenzó a desaparecer desde 2018, entregado, sin reacción, sin estrategia, sin tamaños, ensimismado en su pasado, con luchas intestinas y un presente marcado por el entreguismo a cambio de impunidad.
El PRI–mor es un proceso de transformación que ya lleva cinco años y está a punto de culminar.