Ciencia y Salud

El choque en Reforma

  • La ciencia por gusto
  • El choque en Reforma
  • Martín Bonfil Olivera

Hace mucho que la opinión pública no se conmocionaba tanto por un accidente automovilístico como con el de la madrugada del viernes 31 de marzo en el Paseo de la Reforma (que no es “avenida Reforma”).

En parte por lo aparatoso del accidente, que ocasionó que el auto se partiera longitudinalmente por la mitad al chocar con un poste que lo atravesó como cuchillo en mantequilla, y que los cadáveres de cuatro pasajeros quedaran regados por la banqueta, uno de ellos sufriendo una impresionante decapitación.

Pero constantemente ocurren accidentes similares en el país, sin que susciten tal interés. Aparte de lo céntrico del lugar, quizá el factor que más llamó la atención haya sido la difusión viral de las fotos y videos que mostraban, en toda su crudeza, lo acontecido.

Se ha desatado una gran variedad de comentarios y discusiones. Desde la irresponsabilidad del conductor, que casi seguramente iba tomado o drogado, pasando por la necesidad de que el gobierno establezca medidas como reductores de velocidad en vías como el Paseo de la Reforma, a propuestas para que los servicios de valet parking puedan negar la devolución de un auto a un cliente ebrio, o acusaciones de responsabilidad por el accidente contra los dueños del bar donde los accidentados estuvieron bebiendo.

Una propuesta sensata podría ser colocar alcoholímetros gratuitos en los bares, algo que este columnista ya observó hace unos 10 años en antros de Montevideo. La idea de una prueba obligatoria no parece tan factible. En cambio, los comentarios que buscan victimizar a las mujeres que fallecieron en el accidente resultan estúpidos y despreciables.

Pero en mi opinión lo esencial es la responsabilidad del conductor que, esperemos, será juzgado y castigado según lo marca la ley, de manera justa pero inflexible. Y es que el individuo debió haber sabido que conducir un vehículo de 1.7 toneladas a unos 180 km/hora (la velocidad exacta varía según la fuente) era una grave imprudencia.

He aquí, quizá, lo más básico del problema: el conductor carecía —como carece la gran mayoría de la población mexicana— de las nociones básicas respecto a las leyes newtonianas del movimiento.

Cierto: uno estudia en la escuela principios tan elementales como que la inercia de un objeto en movimiento —su tendencia a seguirse moviendo— depende de su masa y velocidad, o que la resistencia de los objetos tiene límites que también se relacionan con su masa y velocidad al chocar con otro cuerpo.

Pero las leyes de la física, como tantos conceptos científicos, no forman parte de nuestros instintos. Todos sabemos cachar una pelota que se nos arroja, y lo hacemos sin pensar en los cálculos que realizamos instantáneamente. Pero no sabemos instintivamente que por encima de cierta velocidad las llantas de un auto pierden agarre sobre el pavimento, o que el impacto puede partir en dos un coche y decapitar a una persona. Para eso necesitamos estar educados. Haber llevado una buena clase de física y haber incorporado a nuestra manera de pensar, de percibir el mundo, al menos algunos de esos principios.

El accidente de Reforma fue causado también por la falta de una cultura científica elemental por parte de los conductores. Ojalá que el caso sirva para que todos, como sociedad, comencemos a hacer algo al respecto.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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