Cultura

Una noche de insomnio

  • La vida inútil
  • Una noche de insomnio
  • Juan Miguel Portillo

Una carga de estrés mayor a la habitual, una taza de café a deshoras, una película de espantos o una discusión con la señora -sobre todo cuando se trata de la de uno- pueden ser las causas de una noche de insomnio.

Quién no ha pasado por el infortunio de estar horas tirado en la cama esperando el arribo del sueño. Pues a mí me acaba de suceder. Me dispuse a dormir después de leer un poco, apagué la lámpara y pasé poco más de media hora cavilando en esto y en aquello. Entonces empecé a pensar en la opciones que tenía a la mano. Decidí que un poco de buen humor me relajaría y me ayudaría a dormir. Eran las 2.30 de la madrugada. Encendí el televisor y puse un capítulo de una serie norteamericana que me gusta mucho. Aclaro que siempre uso audífonos para no hacer ruido. Pero en alguna escena de este capítulo lancé tan estruendosas carcajadas que lo único que conseguí fue despertar de un angustioso sobresalto a toda mi familia. Para todo hay horas, hasta para reír en voz alta.

Pasado el susto y ofrecidas las disculpas, intenté tranquilizarme viendo algún documental en un canal de ciencia y naturaleza, donde siempre hay animalitos para ver con gozo. El programa mostraba a unas candorosas focas nadando plácidamente en las quietas aguas de la Antártida. Todo era ternura y sosiego hasta que, repentina e inesperadamente, un espeluznante tiburón gigante emergió del mar y engulló de un bocado a dos o tres focas despistadas en una escena dantesca que me dejó temblando. Si algún sopor quedaba en mi ser, quedó aniquilado como las focas.

Apagué de nuevo la luz y me acurruqué tratando otra vez de invocar a Morfeo. En ese instante aparecieron en mi mente las preguntas: ¿quién demonios es Morfeo?, ¿Por qué mi madre -mujer intachable- deseaba caer en sus brazos todas las noches? Como no tenía la más ínfima idea, no me quedó otro remedio que ir a la computadora para indagar en la internet acerca de este enigmático personaje. Una duda que a cualquiera puede parecerle totalmente trivial, pero que a las 3.15 de la mañana, una noche de insomnio, es de vida o muerte. Descubrí entonces que Morfeo es el dios griego de los sueños y que toda mi vida estuve errado tratando de conciliar el sueño invocándolo. Quien debía apersonarse antes que nadie en mis noches de insomnio era Hipnos, su padre y dios del sueño. Porque no es lo mismo tener sueños que tener sueño. Los emprendedores tienen sueños y los narcolépticos tienen sueño. Curiosidades del idioma castellano.

Saciada mi curiosidad, regresé a la cama y traté de meditar. Comencé a inhalar y a exhalar pausadamente y fue entonces, en el silencio de la noche, cuando advertí un silbido en mi respiración. Me preocupó el pensamiento de que pudiera ser un problema de los pulmones o los bronquios. Puse atención a aquel sonido sibilante y después de sonarme con un pañuelo desechable, el problema cesó. Era solo un pequeño pasajero invasor en mi nariz, sin mayor importancia, pero que me hizo perder tiempo valioso de sueño.

El reloj acusaba ya las 3:45 de la mañana.

Recordé la vieja tradición de contar borregos brincando unas vallas para atraer el sueño. A mí que siempre me ha parecido una sandez mayúscula, en esas circunstancias consideré que podría ser un recurso para tomarse en cuenta. ¿Por qué no? Las creencias populares tienen algo de sabiduría. Así que comencé. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... veinticinco...setenta y siete.... ciento dos... cuando iba en el mil cuatrocientos treinta y nueve confirmé mi sospecha de que efectivamente se trata de una sandez mayúscula.

Otro sonido se escuchó en mis entrañas. Ese crujir de vísceras que son el preámbulo de un apetito feroz. Ese ritual del cuerpo que declara formalmente inaugurada el hambre. La situación se estaba complicando. Si tratar de dormir con insomnio es tarea difícil, con hambre es una misión imposible.

Pero esta circunstancia tenía una parte positiva. Recordé que siempre, después de comer, me da sueño. De modo que fui a prepararme algo para aminorar el apetito y luego regresar a la computadora a buscar consejos para combatir la vigilia involuntaria. Después de consultar varias fuentes, aprendí que al insomnio, más que luchar contra él, hay que convertirlo en nuestro aliado y hacer cosas útiles en ese tiempo en que el cerebro está activo. Y aquí estoy, a las 5:50 de al manaña, lúcido y fersco como luchega, arpovechnado la oprotinudad qeu me brnida el imnsonio, escirbinedo etsas lníeas que epsero lse gutsen.

Humorista, redactor, locutor, actor y cantante o Miembro fundador del ensamble de humor musical Radiopatías • @jmportillo

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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