Cultura

Dibujos que generan odio

  • Paisajes abreviados
  • Dibujos que generan odio
  • José Luis Vivar

Si alguien observa el retrato del recientemente desaparecido Lars Vilks, le dará la impresión que se trata de un profesor universitario ya jubilado. Alto, delgado, ojos encendidos detrás de unas enormes gafas, la frente amplia, el pelo canoso y ligeramente largo. Al saber que contaba con setenta y cinco años, podría suponerse que llevaba una vida tranquila en algún pueblito de Suecia. Y en parte es cierto, durante algún tiempo se dedicó a trabajar como catedrático de Teoría del Arte, y de Filosofía en la prestigiosa Academia Nacional de las Artes de Bergen. También se desempeñó como historiador de arte, y cultivó la escultura, el dibujo y la caricatura. En pocas palabras se trataba de un artista muy completo. Como egresado de la Universidad de Lund, contaba con un amplio currículum artístico y académico. Se desenvolvía como un hombre exitoso, aunque de bajo perfil. Y parece que no quiso permanecer más tiempo como espectador y decidió subirse al escenario para ser protagonista. 

Así que se propuso realizar un proyecto gráfico que lo pondría no solo ante los ojos del mundo, sino bajo la lupa de quienes lo verían como un enemigo a vencer, convirtiéndolo de un día para otro en un personaje trágico, porque las consecuencias de esta decisión dieron un giro de ciento ochenta grados en su vida. Las obras de Vilks no eran un conjunto de pinturas abstractas, sino caricaturas. Imágenes satíricas ofensivas para el Islam. Al principio se iban a exhibir en una galería de Tällerud, pero poco antes de la fecha señalada los organizadores cancelaron por temor a las represalias de los musulmanes. Esta medida no incomodó a su autor, quien después de mucho insistir logró que el diario Nerikes Allehanda, de Örebro, las publicara el 18 de agosto del 2007. Una de las caricaturas que llamó poderosamente la atención fue la del profeta Mahoma con cuerpo de perro y con una leyenda que decía: “Islam significa derechos humanos y del animal”. En ese momento la cabeza de Vilks tuvo un precio: 100 mil dólares.

Surgieron además las protestas de países como Irán, Afganistán, Jordania, Egipto, exigiendo una disculpa del Primer Ministro de Suecia. Este conflicto internacional obligó al artista a buscar protección y esconderse por las amenazas constantes. Aun así, en todas las entrevistas que concedió alegaba inocencia y su derecho a la libertad de expresión. De nada sirvió. Vilks era culpable. Después de un atentado en una cafetería de Copenhague el 14 de febrero del 2015, en donde él estaría como invitado, logró salvarse y vivir definitivamente en la clandestinidad. Luego de seis años de silencio, volvió a ser noticia el pasado 4 de octubre cuando se supo que en la autopista de Markaryt, el vehículo en que viajaba junto con dos guardias de seguridad se estrelló de frente contra un camión que venía en sentido contrario. Los tres tripulantes fallecieron. La policía sueca informó que no se trató de ningún acto terrorista. Lars Vilks alcanzó la fama por hacer unos dibujos de odio, algo que no le dieron ni su trabajo como profesor universitario ni sus obras como artista. Fue un personaje trágico que supo cumplir con su destino: enfrentar una muerte fatídica.

José Luis Vivar


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